Demasiado para tan poco

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Luego de que condujera como la psicópata que soy por toda la ciudad hasta el hospital y que Logan cortara mi circulación al nivel de mi cintura de lo fuerte que estaba aferrado a mí, temiendo por su vida, llegamos al hospital, donde lo doparon, colocaron una curita —tacaños— y le mandaran medicación para su hogar, nos dirigimos al hotel nuevamente.

En el camino, me tocó conducir nuevamente, pues no pondría mi vida en manos de un sujeto medio drogado. Él sugirió que nos detuviéramos en el centro comercial más cercano para entrar a una tienda deportiva y comprar un par de camisas adecuadas para surfear. Unas que no se desataban cuando una ola te revolcaba.

Yo accedí y compramos un par de camisas a juego. Mientras pagábamos, comentó:

—Ahora no tendré que ver tus pechos. —Hizo una pausa—. A menos, claro, que quieras mostrármelos —guiñó un ojo.

Yo lo golpeé juguetonamente en el hombro, con la mandíbula desencajada, medio indignada.

—Pervertido —le acusé.

Él rió y volvimos al hotel, donde Nathan me esperaba viendo televisión. Se me abalanzó encima, me alzó en brazos y me dio un montón de besitos en todo el rostro, diciéndome que me extrañó y lo aburrida que fue su tarde sin mí.

Obviamente, no le conté los incómodos acontecimientos de esa tarde, pues era capaz de ir hasta la suite de Logan y apuñalarlo, sin más, y no me iba a permitir perder a mi nuevo amigo.

En fin, ahora, al día siguiente, cuando Logan ya está del todo recuperado del golpe, vamos de camino nuevamente a la playa. Esta vez no es la misma playa a la que fuimos ayer, sino a una desolada, donde podemos caminar, charlar tranquilamente, y merendar.

Sí, demasiado cursi para mi gusto, pero es lo que hacen los amigos.

¿Cierto?

Cuando llegamos, Logan aparca, nos despojamos de nuestros zapatos y camisas. Yo me quedo con el bikini que Logan me compró ayer, obviamente.

Caminamos hasta la parte más cercana y seca de la orilla, extendemos una toalla y colocamos los sándwiches previamente preparados en esta.

—¿Y cómo te va con el amor? —Interrogo, dándole un mordisco a mi merienda.

—Sigo esperando a la indicada —responde con naturalidad, como si fuera una respuesta que da todos los días.

Con su aspecto, eso no me sorprende.

Sonrío con su respuesta, pues hace mes y medio yo habría respondido exactamente lo mismo.

—¿Y qué contigo? ¿Cómo vas con Nathan?

Mi sonrisa se extiende aún más al pensar en mi oscuro y perfecto príncipe.

—Excelente. No pasamos tanto tiempo los dos solos ahora, ya que salgo contigo, pero él lo acepta. Es algo que amo de él, ¿sabes?, es comprensivo.

Él me examina.

—¿Cómo os conocieron?

Tal vez esta no es mi historia preferida, pero sólo por el principio. El desenlace, mejora demasiado la situación.

—Bueno, todo comenzó en la secundaria…

—¿Historia cursi?

Pienso un momento. Si hay una palabra que defina nuestra relación, «cursi» no es la indicada, definitivamente.

—Más bien… —busco la palabra perfecta—, dramática. Yo estaba muy, muy, muuuuy enamorada de él en secundaria, pero él era novio de Heyly.

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