Recuerdos

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Entro a mi habitación y me lanzo sobre la cama. Me duelen los pies y los músculos por el sobreesfuerzo de la pelea, cargar ambos cuerpos y por más que sea, las explosiones me dejaron un insufrible dolor de cabeza.

Usar la ropa de alguien muerto me hace sentir rara, y me recuerda una frase que solía usar mamá cuando algo de mi ropa me quedaba grande.

«El muerto era más grande». Y así resultó ser en esta ocasión, pues en realidad estoy usando la camisa de un difunto.

Me coloco algo de mi ropa y me quedo viendo películas hasta tarde, pero termino durmiéndome a mitad de la primera.

A la mañana siguiente despierto con los músculos hechos mantequilla. Reviso qué es lo que me ha despertado. Claro, un mensaje.

Llegando a L.A.

León, siempre tan genial. Ni he salido de Tennessee cuando él ya está en Los Ángeles.

Me levanto, aseo y me ducho por un buen rato, hasta que me siento más relajada. Me visto y salgo del hotel, preparada para mi siguiente víctima.

Esta vez, el taxista que me lleva al aeropuerto es amable. Nada de lo que fue el anterior. Eso es bueno, ya que no será otra víctima innecesaria. No hay nada peor para mí que los desperdicios de cualquier cosa.

Llegamos al aeropuerto. Le pago al taxista el viaje y bajo del auto. Entro en el edificio y espero sentada en las sillas metálicas a que llamen mi vuelo. Me concentro en el televisor del lugar, donde están pasando un noticiero con una casa en llamas. La reconozco, y debo morder mi labio para no sonreír orgullosamente.

Anoche, los bomberos acudieron a la casa de la Señora Nathaly Jones, luego de que se escuchara una explosión y que se viera la casa de la aludida prendida en fuego. Cuando los uniformados lograron apagar el incendio, adentro encontraron dos cuerpos. Uno de ellos fue identificado como Nathaly Jones, y él otro aún está a la espera. —La mujer del noticiero relata los hechos de anoche, pero no comentan nada sobre el hecho de que los cuerpos calcinados ya estaban muertos antes del incendio. Tal vez la policía no les dio la información, o simplemente la ocultaron.

Los cuchicheos se hacen audibles en el lugar, con personas comentando cosas sobre el reporte. Llaman a mi vuelo, así que decido subir lo más pronto posible. Una vez en mí asiento, saco mi libro mientras espero a que arranquemos.

Minutos luego, nos anuncian que pondrán el avión en vuelo, así que devuelvo el libro a su sitio y recuesto la cabeza de la ventanilla, viendo el paisaje. Intento dormir, pero los recuerdos me invaden, manteniéndome despierta por un rato.

Hace trece años…

Estoy en la cafetería del instituto, comiendo mi almuerzo; una exquisita hamburguesa. Muchas personas se quejan de que la comida en sus institutos incluso podría moverse, pero aquí, es el paraíso.

Hasta que el paraíso se convierte en el infierno con la llegada de Heyly y su séquito; Nicole, Nathaly, Nathan, Michael, Megan, Emma y Cassie. Obviamente, la de cabello oscuro adelante. Nadie va por delante de la Abeja Reina.

—Querida Jazz, si sigues tragando, engordarás aún más —hace un puchero y sus amigos ríen.

—Cierra la boca, Heyly —gruño, mientras vuelvo a morder la hamburguesa.

Este último año he aprendido que no puedo dejar que sus palabras me afecten y que debo defenderme, pase lo que pase, me diga lo que me diga. Si me golpea, debo devolverle el golpe el doble de fuerte.

—Oblígame, obesa —ataca ella, haciendo que un coro de «uhh» sean audibles en la cafetería, donde todos prestan atención al enfrentamiento.

—Al menos no estoy llena de silicón como tú —le sonrío, y sus amigos, más toda la secundaria, ríen.

Ella se pone roja de la rabia y cierra sus puños a los costados. Ve a todas partes, pero a donde dirija la mirada, se están riendo de ella. Simplemente, el paraíso para mí.

Heyly, ya harta de las burlas, golpea con fuerza mi mesa, sobresaltándome a mí y a todos, quienes quedan en silencio.

—Escúchame bien, enana. Te dije que no te metieras conmigo. TÚ —me señala—, ¡no eres nadie! En cambio, yo lo soy todo. Tengo un novio guapo, soy popular, y hermosa. Y tú… eres pequeña, al igual que tu autoestima —sonríe con satisfacción cuando todos ríen y comienzan a abuchearme.

Heyly se retira con sus amigos, quienes la felicitan por haberme dejado sin palabras. Me repito una y otra vez que no debo darle importancia a sus palabras, que son sólo eso. Palabras. Vacías, huecas, sin sentido.

Me levanto de mi mesa, aún escuchando los alaridos de los adolescentes excitados por la discusión. Tiro el resto de la hamburguesa a la basura, y me juro que no me afectará lo que me dijo.

Pero jurarme no me resulta suficiente, pues termino, una vez más, encerrada en el habitual cubículo, llorando. 

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Hello. Bueno, lamento no haber escrito en todos estos días. Es que, verán, vivo en Venezuela y han habido algunos problemas por aquí y no he podido venir a casa de mi tía donde hay wifi. Lo lamento mucho. Pero lo importante es que trataré de ponerme al corriente:D. Espero que os haya gustado el capítulo;). Os quiero, chicos<3.

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