Capítulo 5

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A la mañana siguiente, Analé le comentó a su hermana los pormenores del fatídico suceso que se prolongó hasta la amanecida.

Por la importancia del difunto, en el plano material se dio la participación de la comisión judicial, medicina forense y diócesis. En el plano astral debieron abundar los curiosos incluyendo al muerto. La diligencia del levantamiento incluyó planimetría, investigadores y fotógrafos. Muchos de los laicos que participaron de la conferencia ya se habían marchado sin enterarse del suceso. Era lo que se suponía.

El asesinato del acreditado arzobispo puso de moda el concepto del rigor: la policía escudriñaba en las cabezas de los empleados con rigor. El grupo de eclesiásticos también debió soportar el rigor con la solicitud de alguna confesión. Y durante las horas invertidas, nada se escapó ante el rigor mortis, ni la vejiga deteriorada del arzobispo que debió convertirse en una vasija de barro cristalizado atestada de fisuras, ni su mirada perdida que quedó atascada y fría en una vértebra del tiempo, ni el último pensamiento muerto que se fosilizó con los rumores, ni los pecados de los feligreses que quedaron empaquetados en un bloque rígido y psicológico más pesado que el metal.

La noticia cogió vuelo por varios días fragmentada en un torrencial de suposiciones que los periodistas adaptaron en un colaje de historias maquinadas. La iglesia se pronunció. El mundo se pronunció. Y hasta el diablo lo hizo el mismo día del asesinato pero sólo dos personas lo percibieron sin darse cuenta. Una de ellas era un feto.

Por fin, uno de los noticieros lo divulgó de forma oficial:

—El índice de violencia ha incrementado sorpresivamente durante el último año. Esta semana en la ciudad de Nueva York, de forma sarcástica, mostró su horripilante intención con la muerte del arzobispo Zardoli del Estado de Maryland, tras ser hallado muerto en los baños públicos del hotel Zíndor donde se realizaba la conferencia internacional sobre «la pandemia de la violencia». Se presume su asesinato luego de que ingiriera una cápsula de cianuro de potasio. Las conjeturas sobre el «suicidio» que algunos supusieron luego de su conmovedor discurso, en el que aseguraban, había evidencias emotivas para considerarlo, fueron rebatidas por la iglesia y la familia, al descubrir la desaparición del anillo pastoral de su mano...

»El día de hoy, el médico forense encargado del caso, dio a conocer los resultados de la autopsia con evidencias científicas que confirman la existencia de un homicidio, concluyendo en que el patriarca de la iglesia católica, fue obligado forzosamente a ingerir la píldora. El superintendente del Departamento de Policía de la ciudad, manifestó, que se trató de una muerte elaborada como para ser relacionada con un simple robo. La noticia ha creado conmoción mundial y ha hecho que el sumo pontífice se pronuncie:

«...El mal merodea en todas las fronteras de la existencia, y hoy pretende desencajar a la iglesia de la humanidad para dejar huérfana la voluntad de Dios, como quien arranca la columna vertebral del cuerpo humano».

Fue el final de la grabación del discurso desde el Vaticano.

Prosiguió la comunicadora social:

—El gobernador de la ciudad de Nueva York, calificó el asesinato como el peor de los oprobios del siglo veintiuno que ratifica el fortalecimiento de la violencia, y la impotencia de los Estados por someterla. Sus palabras durante el sepelio fueron las siguientes:

«No puede haber más mezquindad que nos apabulle que atentar contra los ministros de Cristo. Esto es tanto como crucificarlo de nuevo».

—La única verdad existente es que el grado de maldad ha llegado a la cúspide... ¿O será este suceso el mensaje de una nueva letanía de tragedias que enlutarán a la humanidad? —ultimó la periodista.

Fue el final de la noticia sobre la muerte del arzobispo. Al menos por aquel día.


El padre Milson sorbió la taza de café saboreándolo con un ligero malestar que se quedó estampado en su rostro. La noticia lo había condolido desde que escuchó el primer rumor, y todavía no lo asimilaba.

—Creo que a buena hora me retiré, amigo mío. Aunque Dios sigue siendo lo primordial en mi vida —expresó al escuchar la opinión del Papa en el noticiero—. La vida clerical ya no es igual, hay demasiada tensión social para un corazón obsoleto y enfermizo.

—No tiene sentido cuando te interesas en los fenómenos paranormales —opinó el eclesiástico que lo acompañaba.

—Se trata de un pasatiempo: "Curiosidad y lectura". Aunque mi corazón no falla precisamente por el estrés. Bien sabes que es un problema hereditario.

—En ese caso... es preferible un corazón enfermo que resentido. ¿No lo ve así, padre? —comentó.

—Ocurre algo, padre Loenzo —preguntó inquieto.

—Hablo del corazón del victimario. La noticia...

—Buen susto me diste. Pensé que estabas decepcionado con tu vocación.

—Para nada, padre. La equivocación habría sido no seguir los preceptos del corazón, cuando se tiene la fortuna de ser joven y tener las ideas claras al tiempo.

—Las bendiciones no son fortuitas, hijo, llegan por alguna razón —concluyó el padre Milson.

Pero luego de otro sorbo reanudó la conversación.

—Las maldiciones tampoco son gratuitas. Conocí en persona al arzobispo Zardoli. Un hombre justo y venerable que a mala hora le llegó la muerte cuando estaba a escasos dos meses de jubilarse. Una extraña muerte. ¿No crees?

—Ya nada es de extrañar, padre Milson. El mundo anda al revés...

Lo miró directo a los ojos sin opinar.

Luego de tomar el café, el padre Milson se despidió de su compañero, el padre Loenzo, que decidió irse más temprano que de costumbre. Eran amigos desde hacía diez años al compartir la misma parroquia. Acostumbraban reunirse una vez al mes para platicar y tomar café en el Jack's coffee de la calle 10. Se había vuelto costumbre desde que le fue otorgada la jubilación debido a su enfermedad cardíaca. Pero aquel día, la invitación fue en la casa del padre Milson debido a unas arritmias inoportunas que lo estaban aquejando.

Por más que sonara raro, había variado el menú de su vida espiritual dejando de lado las responsabilidades pastorales para interesarse en la comprensión de los fenómenos paranormales. Un raro y desatinado pasatiempo para un corazón enfermo; más que incomprensible, que si bien no le otorgaba molestias a esa delicada entraña, tampoco le brindaba beneficios.

Estaba próximo a darse cuenta.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora