Capítulo 14

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El Gobierno local aprobó presupuesto para el apoyo temporal en la investigación.

La ardua labor de varios días, chapuceando en un océano de conocimiento que significaba una pila de hojas de vida de especialistas en crimen, sociópatas y otras afinidades, finalmente culminó.

La oficial Eminda se decidió por aquella que la sugestionó de forma inquietante y positiva, cando las competencias y el perfil, encajaban en la tortuosa y anormal investigación.

Estaba sentado frente a ella como un inocente en el patíbulo. Desconocía su agria amabilidad y el don para mutilar la autoestima. Algunos decían que en el fondo era benévola y comprensiva. Demasiado en el fondo dijeron otros, tan profundo que no se podía sondear ni con la imaginación. Otros más de sus compañeros creyeron que sus afectos formaban parte de una consideración tan escasa como un eclipse híbrido, que solamente ocurre diez veces por siglo. Eso indicaba que para sus cuarenta y ocho años, con veintiocho laborando en la policía, debió ser amable y comprensiva dos veces, y estaba a punto de que ocurriera la tercera vez.

Sentirla y verla como una plácida amiga y compañera de trabajo era un acontecimiento forzado. Sus compañeros se deleitaban conversando sobre el tema cuando ya lo consideraban un estilo de vida.

En cierta ocasión que estaba fuera de la oficina, se atrevieron a compararla con las capas de la tierra. Tuvieron la complacencia de especular al buscar las definiciones en la web, y disfrutaron el momento entre risas al hacer las analogías. Pocos fueron los osados, los demás, simplemente disfrutaron al insinuar que siempre estaba cargada de un carácter fuerte.

Ungenio la comparó con la «termósfera», la capa que conduce la electricidad. Vivián manifestó que la «exósfera» compuesta por hidrógeno y helio se asemejaba a su frialdad. Joel aseguró que su carácter aparentaba ser la «corteza», la capa más externa, porque era igual de sólido y no había duda de que estaba formado por rocas. Pero fue Geison quien dio la última opinión y la más acertada:

—Es el «manto». Nos cubre a todos. Su temperatura es muy elevada y algunas de sus rocas están fundidas. Imagino que así deben estar algunas de sus entrañas —expresó.

No pararon de reír por un buen rato. Finalmente coincidieron en que el temperamento de la oficial Eminda se asemejaba al «manto» de la tierra. Por un tiempo les fue difícil evitar el comparativo mental cuando la tenían en frente, teniendo que soportar el colapso de sus órganos internos, que ser víctimas de su personalidad resentida si se enteraba de la burla.

Frank que la frecuentaba más en el trabajo al ser considerado su brazo derecho, había prometido un almuerzo y licor para el que la hiciera reír. Incluso, había apuestas clandestinas de que este fenómeno jamás ocurriría.

Y allí postrado en la silla a la espera... con el aliento momificado como respuesta a la expresividad artística de la oficial cuando se mostraba como una escultura de metal fría y amenazante, estaba el doctor Sié. De apariencia poco vigorosa pero intelectual que podía leerse en la amplitud de su frente, el escaso cabello ensortijado y la abundancia de canas, su poca barba debajo del mentón y las gafas recetadas. Contaba con medio siglo de vida, diez años más y pocos meses de derroche. Estaba consagrado a la investigación en diversos campos en el agobiante océano de las humanidades y las ciencias sociales. Esa debía ser la causa de su delgadez.

Después de un largo silencio que pareció el tiempo detenido en una curva peligrosa, pronunció:

—Doctor... ¿Sié Lienzo?

Por el tono con que mencionó el apellido, y la mirada con recelo por encima de los lentes esperaba ver en su apariencia la figura de un artista.

—Le aseguro que no tengo nada que ver con paños ni pinturas... si eso le preocupa.

—Leyó mi pensamiento, doctor. Creo que mejor le diré Sié. Así no habrá malestares. Les tengo fobia a los artistas que maltratan la belleza en sus pinturas con sus ideas raras.

Continuó leyendo:

«Sociólogo. Sicólogo. Especialista en sicología social del individuo antisocial. Especialista en procesos de intervención social y comunitaria. Máster en psicología forense y criminología. Doctorado en psicología del envejecimiento y psicopatía. Investigación y experiencia en parapsicología con casos extremos... Tres diplomados. Foros y congresos por doquier. Investigaciones y más investigaciones».

—Nada mal, ¡eh! —Expresó la oficial interesada—. Va con su apariencia. Por lo general, le atribuyen tanto conocimiento a una cabellera larga o una barba abundante. Personalmente no lo comparto. Creo que es más un derroche de las glándulas sebáceas. Hace años conocí a un profesor de universidad que aparentaba ser un «don Nadie»; chaparro, de figura para nada estética, abdomen semiesférico, poca barba, ni un solo cabello en su cabeza pero inteligente como ninguno. Sabía de todo —saboreó un ligero respiro antes de proseguir.

»Debo decirle que la elección está lista. Quise leerla de nuevo para convencerme de que no tiene vida familiar. Con qué tiempo. El tema de la parapsicología me recuerda que contamos con la ayuda del padre Milson. Es un sacerdote emérito dedicado a la investigación de fenómenos paranormales. Luego los presentaré. Ya conoce el caso que nos mortifica. Está en todos los medios; es el tema de moda. Disculpe, doctor Sié, que no lo relacione con el personal antes de preguntarle: ¿Tiene idea de lo que pueda estar tramando el psicópata del demonio? —lo dijo en forma de susurro, cerca de sus oídos.

—Nada que se me ocurra. Es mi primer día en este caso. Si es que estoy contratado.

—Entiendo —recuperó la postura del cuerpo— . "No dar puntadas sin dedal". Y... sí está contratado. Ya nos encargaremos del trámite tan pronto terminemos acá. ¿Qué tan bueno es usted para los acertijos?

—Depende de la temática...

—Debo decirle que de nada nos sirve su brillante hoja de vida si no nos da ideas para sacarnos del estancamiento. Creo que tiene material para otro doctorado —dijo la oficial haciendo entrega de la USB—. No me decepcione, doctor. Allí encontrará la grabación de la homilía, y varias declaraciones de las mujeres que perdieron sus fetos de forma misteriosa. Incomprensible hasta para usted que se ha pasado la vida cambiando la tonalidad de su materia gris con el conocimiento. Estoy convencida que en la grabación puede hallarse parte de la respuesta. Cualquier idea que pueda empollar mientras piensa, hágamelo saber. Dicen que el tiempo de Dios es perfecto, y el nuestro, aparte de ser imperfecto, está desastillado en este asunto y debemos andar aprisa.

Con la información en el dispositivo de almacenamiento y la placidez de un nuevo caso orbitando en su cerebro, se dirigió a la casa para intentar reparar el tiempo desastillado que mencionó la oficial Eminda.     

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora