Capítulo 44

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Debieron pasar seis meses entre documentos jurídicos y esperas, para que alguien reclamara el infante de los ojos verdes, antes de que Légore lograra recibirlo en adopción.

Había dejado de ser el neonato débil y desamparado que llegó en un vientre ajeno el día menos esperado. Durante ese tiempo las emociones de Légore padecieron severos altibajos debido al síndrome del estrés postraumático, luego de que aquellos inesperados cuatro partos que le llegaron por correspondencia divina, sin remitente, le extirparan del cerebro las cosas buenas, prevaleciendo el duelo por la pérdida de su verdadero hijo.

Antes de que le fuera entregado en adopción, un pensamiento mal engendrado, tan afilado y preciso como un sable, le trastocó el espíritu haciéndolo sangrar al recordar las pesadillas padecidas, y los comentarios del padre Milson el día del descubrimiento en el sótano de aquella iglesia abandonada, que le insinuaron la presencia de un espectro reclamando al bebé.

Tan pronto lo tuvo en su regazo, fue más que merecido para recuperar la vida y ahuyentar las sombras de los miedos acomodadas en su interior.

Aquel que no era considerado obra biológica de su cuerpo, ahora sí lo era.

¿Y su verdadero hijo?

Lo esperaría con la vicisitud de que pronto llegaría.

Analé no pudo ocultar la preocupación sobre el tema y se atrevió a consultarlo:

—¿Y si Marcus aparece?

—Entonces, tendré dos hijos. Cada día me hago a la idea de que tocarán a la puerta y lo retornarán a mis brazos. Es un interés que despierta conmigo, y aunque siento pánico, trato de no escudriñar en los detalles. No creo que alguien se decida a reclamarlo para vivir en la incertidumbre el resto de su vida —manifestó Légore a su hermana.

Después de lo vivido, consideró prudente contar la buena noticia al padre Milson y a la oficial Eminda. Fue el mismo día que se transmitió la noticia sobre la muerte de Gena.

Era la joven de los piercing que hechizó al hombre de los lentes oscuros en el museo.

Légore la reconoció. Inquieta por lo que podía significar no dudó en comentarle a la oficial lo poco que sabía de ella.

Luego de conversar con el sacerdote a quien ya consideraba su amigo, le hizo copia verbal del suceso para estar más tranquila. La extraña muerte de la joven fue un aviso de que el tormento iniciaba al despertar la aflicción por la desaparición de su hijo Marcus. Estaba a pocos días de cumplir los nueve meses de haber sido arrancado simbólicamente de sus entrañas.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora