Capítulo 30

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Por un tiempo Légore estaría viviendo en la casa de su hermana.

La oficial Eminda acompañada del doctor Sié y el padre Milson, se dirigieron a la casa de Analé para tratar el tema debatido. Consistía en la visita de Légore al padre Loenzo en su casa, a la espera de descubrir algún indicio que fortaleciera cualquier intuición y despejara dudas.

Analé la acompañó durante la visita.

—Es arriesgada la solicitud, pero creo que ayudará a esclarecer la desaparición de tu hijo —manifestó la oficial Eminda.

—Cómo estaremos seguros de que es el padre Loenzo y no el fotógrafo Leonzo el que nos atienda.

—El padre Milson estará contigo. Si lo reconoce, es garantía de que la personalidad asumida es la del sacerdote, ya que jamás conoció al otro individuo.

—Es lo que se presume —agregó el doctor Sié.

—En cuyo caso no debe reconocerte más que como la mujer que lo confundió aquel día en el café —complementó el padre Milson.

—¿Qué tan peligroso puede ser, doctor Sié? —consultó Analé.

—Se presume que no haya riesgos. De darse el caso de una alternancia de personalidad mientras platican, se inquietará por la presencia del padre Milson, pero habrá un equilibrio en su comportamiento cuando conoce a Légore.

—Si me reconoce, puede igual recordar mi estado de embarazo, el que ya no aparento. Fue una situación que experimentó en las veces que compartimos y sobre la que planeamos. ¿Qué ocurriría entonces al no aparentar ese estado, doctor Sié?

—No hay certeza, pero supongo que querrá saber del bebé —respondió—. Los momentos que hayas compartido con él bajo esa personalidad, y el estado emocional al que retorne cuando haga la alternancia, serán concluyentes para pronosticar su comportamiento. Pero no estaré allí cuando eso ocurra. Si es que ocurre.

—¿Y qué le diría en caso de que ocurra?, ¿mentirle?

—Habría que ser muy cuidadosos con la respuesta. Desconocemos el límite de tolerancia y también es probable que exista alguna afición o interés sobre lo paranormal que podría estimular una situación de furia. No olvidemos que es un sujeto con trastorno de la personalidad, una afección en la salud mental de la que desconocemos la severidad.

—Por lo que veo, no hay certezas pero sí presunciones —comentó Analé.

—Es el mundo real —aclaró la oficial Eminda—. Nunca se sabe lo que en realidad pueda ocurrir. Estaremos atentos a unos metros de la puerta por si algo no sale como debiera. Además, portarán micrófonos y estaremos enterados de cada palabra; hasta de una confesión si es necesario.

El eclesiástico la miró de reojo.

—¿Y cuál será el pretexto para visitarlo? —preguntó Légore.

—Una confusión con un amigo que conoces. No hace falta que le des los detalles. O tal vez... ofrecerle una disculpa por tu comportamiento pasado —respondió el padre Milson.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora