Capítulo 41

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La noticia de los cuatro nacimientos con su espeluznante y fantasioso desenlace llegó a los medios. Los partos no fueron filmados. Pero las palabras de la periodista describieron la vivencia de cada nacimiento como si fuera un video hablado, que creó escozor y escalofrío a través de la televisión. Narró la transferencia de los fetos sin omitir detalle, engalanado con un toque de fantasía que le dio la vuelta al orbe una, otra y otra vez durante el día. Y no se detendría en mucho tiempo.

Era de suponerse, cuando hubo testigos en el hospital que presenciaron y filmaron parte del acontecimiento. Suficiente para reconstruir el resto de la historia cuando se contaba con los ingredientes, algo de ingenio y necesidad de audiencia.

Pero el suceso no se detuvo allí. Para el segundo día había nueva evidencia. La súplica del padre Milson de abstenerse en revelar el tétrico descubrimiento fue infringida por la necesidad económica. Al parecer, uno de los policías filmó con el celular los cuadros ardiendo en el sótano del templo, y el aspecto sombrío del lugar donde fueron rescatados cuatro de los cuadros con sus vientres en perfectas condiciones. Los mismos que nacieron.

La creación del guion no fue problema para la filmación.

Lo que no dimensionó el policía fuera de la transacción económica al vender el video, tenía relación con el impacto emocional que vulneró la sensibilidad maternal de una nación para tomar las peores decisiones. Si el primer evento con Légore causó curiosidad, y los consecuentes incrementaron el miedo, el antagónico desenlace con sus retóricas de impresionismo auguraba las peores tragedias. La noticia se expandió como pandemia de un mal agüero.

Las mujeres embarazadas no querían salir a la calle para evitar ser fotografiadas. Las redes sociales perdieron un porcentaje considerable de sus más preciadas consumidoras, que ruborizadas, cerraron las páginas y borraron las fotografías donde revelaban su maternidad. Muchas clausuraron sus celulares para evitar el envío accidental de una foto que fuera a dar en las manos de un demonio. Supusieron que por su condición maligna, hallarían la forma de salir del infierno atravesando la autopista informática.

Los hackers también buscaban soluciones.

Como un espejo de la bolsa de valores, era la gran caída teórica de las telecomunicaciones y las redes informáticas. Pero como suele suceder en las catástrofes económicas, las pérdidas de unos son las ganancias de otros. Los hospitales, las droguerías y las funerarias estaban en apogeo.

En resumen, se desató un caos de virus informático, abortos, enfermedades psiquiátricas y muertes.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora