Capitulo 28

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Después de mi horrible y muy traumatizante encuentro con el señor Mayer salí casi corriendo del edificio, tratando de ocultar mi cara con las lagrimas amenazando en salir y un horrible moretón formándose en mi jodida mejilla. Cuando salí de la vista de todos comencé a correr porque no quería a nadie queriendo ir conmigo, corrí hasta me faltó el aliento y mis piernas ardieron. Me detuve en algún punto en medio del bosque, no más lejos de lo que había ido antes pero definitivamente alejado. Mucho. Miré a mi alrededor unos minutos hasta que caí en cuenta de que no recordaba el camino de vuelta. Maldije y me senté en el piso porque de todos modos lo que menos quería era volver a la habitación. En realidad no podría ver a Ashton a los ojos sin llorar y sentirme la chica más estúpida del mundo y no podría ver a Harry sin golpearlo tan fuerte como me fuera posible por haber causado todo esto. Y no podría verme al espejo sin querer arrancar mi propio cabello por ser tan imbécil.

Después de que terminé todo con Jason me prometí a mí misma que nunca más me dejaría someter por otro hombre, aunque fuera por la más mínima cosa, que nunca volvería a hacer algo con lo que no me sintiera cómoda y que nunca me volvería a enamorar. Tres simples cosas ¿no? Pues no. Es increíble que sea tan estúpida como para dejar que ese maestro dañado del cerebro me hiciera algo así. No comprendo cómo es que no me paré y me fui de ahí en el momento en que dejó en claro sus intenciones. Ninguna maldita escuela y ningún viaje a Londres valían pasar por todo eso. Nada lo valía. Pero por un momento pensé que sería fácil, que podría hacerlo, que lo que pasó con Jason me había dado la fuerza necesaria como para enfrentarme a lo que fuera y no sentirme una niña tonta y utilizada de nuevo. Bueno, estaba muy equivocada. Con esto sólo demostré que no importa lo que haga y no importa que tan ruda sea con los hombres ni que tanto los desprecie, aun pueden hacer conmigo lo que les venga en gana. Sólo estuve media hora en esa habitación, y ya era como si todos estos años de terapia y de convencerme a mí misma que era una mujer independiente y fuerte, hubieran desaparecido por completo.

Sin darme cuenta, de un momento a otro tenía mi cara cubierta de lagrimas asquerosas. Estaba comenzando a anochecer, pero tendría que esperar a que fueran pasada de la media noche para poder llegar a la habitación, después de que los chicos estuvieran dormidos y no tuvieran que ver mi terrible apariencia. Tendría que aplicar bastante maquillaje para cubrir mi magullada cara, aunque, no es que fuera un problema, era una completa experta en cubrir golpes con maquillaje.

La batería de mi celular estaba a punto de morir cuando el reloj marcó la una de la mañana. Traté de pararme de un salto pero mis pobres piernas se sentían débiles y mi trasero estaba dolorido y adormecido por estar tanto tiempo sentada en el piso. Tardé más de media hora en encontrar el camino de vuelta al instituto, el lugar estaba demasiado oscuro y el camino lleno de piedras le jugaba malas pasadas a mis débiles piernas y a mi falta de coordinación. Cuando finalmente llegué a mi habitación todo estaba en silencio, a excepción de los ronquidos de Ashton.

Suspiré y me recargué en la puerta cerrada, pensando que todo estaría bien. Tomaría una ducha, me daría una de mis muy especiales platicas feministas para recuperar mi fuerza, y luego me dormiría y sería feliz por siempre. Pero la puerta del baño se abrió de golpe al mismo tiempo que me di cuenta de que la cama de Harry estaba vacía y él susodicho se acercó a mí con furia.

—No estoy de ánimos, Harry —gemí y traté de esquivarlo haciendo mi camino fuera del baño pero él bloqueó la salida.

—¿Qué pasa, Peyton? —sentía mis ojos arder con fuerza y un gran nudo formándose en mi garganta, cualquiera pensaría que me veía lo suficientemente mal como para querer hablar con alguien, pero él no me dejó en paz, sólo siguió y siguió con sus preguntas— ¿qué tienes en tu mejilla? ¿estuviste llorando? 

—Me golpeé —susurré con voz temblorosa, empezando a enojarme. 

—¿Fuiste con el señor Mayer, cierto? —inquirió Harry, se acercó un poco más a mí y levantó mi barbilla obligándome a verlo a los ojos. La preocupación se notaba en todo su rostro cuando comprobó que lo que tenía en el rostro no podía ser nada echo por mi estupidez. No pude contener más el llanto, las lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin parar. Los recuerdos me invadieron una vez más, no sólo estaba del señor Mayer, también de Jason, ambos mirándome con superioridad y amenazantes. No podía mirar a Harry a la cara y todo mi cuerpo comenzó a temblar; Harry me acercó hacía él en un fuerte abrazo sin decir otra cosa, gracias a Dios.

Me sentía la más grande miseria de la historia, y aún odiaba completamente a Harry. Pero, sin duda, lo que necesitaba en ese momento era desahogarme, tener a alguien que me sostuviera mientras sacaba toda la mierda de mí, porque ya no podía seguir siendo fuerte yo sola, porque nunca fui fuerte, y el hecho de que Harry fuera un idiota no quitaba que era el único que estaba ahí para mí en ese momento. Si Ashton se enteraba simplemente enloquecería y empeoraría la situación para mí, pero al parecer, Harry estaba bien con sostenerme y dejarme mojar su camisa con mi asquerosas lagrimas

—¿Cómo mierda no lo adiviné? —gruñó Harry por lo bajo, como para sí mismo— ¿Qué te hizo ese hijo de puta, Peyton?

No respondí, sólo me apreté más a su pecho y lloré más. Dios, era patética.

—¡Contéstame, Peyton! —gritó, tan sorpresivamente fuerte que me hizo saltar y me sorprendió que Ashton no se despertara.

The Perfect PlanWhere stories live. Discover now