Prohibido Apostar

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Prólogo

—Pero tal vez podamos celebrarlo con una pequeña reunión en casa. No parece una idea descabellada y seguro que puedo divertirme sin que tengas que preocuparte— le dijo comiendo un trozo de fruta, aún seguía buscando su aprobación para festejar su cumpleaños número once, sin embargo, cada año la mujer se comportaba recia en cuanto a lo que ella quería.

Hacía una semana que lo había comentado con su padre, incluso pidió permiso para invitar a Nicole a dormir en casa mientras se decidían por ver películas o simplemente platicar de trivialidades, porque sentía que Verónica le diría no a todo y es que nada le agradaba, no desde hacía mucho tiempo.

—Cariño, en verdad detesto tener que ser la mala del cuento, pero ya te he dicho que para esas fechas estaremos fuera de la ciudad— la joven observó a su padre absorto entre las hojas del periódico que leía antes de retirarse. Por lo que veía, en esa casa todo se hacía con consentimiento de su madre, dudaba que él la contradijera. Con mucho esfuerzo se había dado cuenta de que entre ellos las cosas ya no marchaban del todo bien. Solía mirar cómo se alejaban, aunque jamás decía o preguntaba nada.

—Tú no detestas serlo, si solo me dejaras estar con alguien a quien le importo no tendrías que ser la mala del cuento— reclamó.

—Jessica celebrará su cumpleaños como lo desea. Margaret puede cuidar de ellas como lo ha hecho siempre— soltó Arthur y la mujer lo estudió con las mejillas enrojecidas, por mucho que intentase criarla a su modo no lograba hacerle saber al hombre que su hija comenzaba a crecer y que había riesgos en el mundo que podían hacerle daño. Le quedaba muy claro que no lograría protegerla, de hecho, aquel recuerdo que enterró en la profundidad de su memoria le daba miedo —. Hablaré con la señora Lewis para que tu amiga pueda quedarse en casa sin problemas.

Le aseguró su papá apretando suavemente su mano. Amaba tanto a su hija que no sabía si algún día tendría el valor para lastimarla con la verdad.

—Estás haciéndolo otra vez. Consentirla no hará que ella...

—Como su padre, consentirla es mi prioridad. Pensé que ya había quedado claro aquello así que deja de confundirte con la realidad— Verónica lo miró un segundo. Ni siquiera sabría cómo recriminar su actitud porque ella era la que estaba creando una mentira que no podría detener con facilidad.

—Pues bien, espero que nunca te arrepientas de como la estás educando. Sabes muy bien que...

Jessica pudo ver los ojos de su madre cristalizarse sin entender a que se debían sus repentinas lágrimas. Nadie intentaba explicarle que pasaba con su familia, era aún una niña, pero percibía que Verónica no tenía días buenos porque había momentos en los que ella le hablaba furiosa sin saber a qué se debía su actitud con la que demostraba no poder convivir con la joven de manera agradable.

—Si mamá se siente más cómoda... ¿Pueden considerar el hecho de llevarme a su viaje? — La mujer frunció el ceño con clara desaprobación, como siempre. Dándole esa mirada que no lograba descifrar, pero que se percibía como si observase algo insignificante—. Como un regalo de cumpleaños, prometo portarme bien.

—¿No estarás pensando en aprobar dicha locura? — Le cuestionó Verónica a Arthur. Ya le había advertido cuales eran los términos de la situación bajo la que vivirían mientras ella estuviese bajo la tutela de la niña. No obstante, el hombre quería encontrar la manera de detenerla sin tener que regresar su pasado al presente.

Jessica alzó la mirada sin comprenderla. La mujer, sin detenerse por un momento, la inspeccionó con desplante, aunque jamás lo dijese la hacía sentirse desprotegida, le quedaba muy claro que algo de ella ya no le agradaba. Salvo las veces en las que lucía como una madre amorosa. Arthur soltó el aire de sus pulmones. Pronto comenzarían con una discusión que no tendría fin. Sabía que tenía las de perder con aquella mujer, no tenía ni idea de porque había accedido a su propuesta, pero le había demostrado que ella no era ingenua.

Una hora después Jessica se dejaba caer sobre su cama consternada, respirando con profundidad. Lo mejor era dejar de pedir su atención ya que ninguno de los dos la quería dentro de sus planes. Ni su madre la quería como cuando era una cría, ni su padre la necesitaba a su alrededor. Seguro que lo mejor era aceptar la vida de amor maternal que terminaba recibiendo de la señora Lewis, aunque estar con la familia de Nicole siempre la hacía sentir como una niña abandonada por sus padres.

—Niño cara de bebé ha confesado que siente cosas bonitas por ti, frente a todos los chicos, mientras que James ha golpeado a su amigo César por algo que tenía que ver contigo— la escuchó decir al tiempo que se acercaba hasta ella.

—¿Has venido sola? — Preguntó limpiando las babas que su beso dejó en su frente, ignorándola. Nicole rodó los ojos haciéndola reír.

—Mamá me ha traído— respondió—. Verónica está al teléfono, así que debes saber que entré sin llamar a la puerta, esa mala costumbre inglesa que tiene de no ponerle seguro hace las cosas más fáciles para quien venga a robar.

Intentó encontrarle diversión a sus palabras, sin embargo, asintió desganada sin decir nada.

>> ¿Qué carajos sucede contigo? Estamos a unos días de tu cumpleaños y aún no he recibido mí invitación— le reclamó y enarcó una ceja mirándola con atención—. Será lo mismo este año, ¿verdad?

La chica estaba agotada. Pasaba los años encerrada en casa mientras ellos atendían asuntos laborales fuera del país. Gracias a Dios su nana le horneaba un pastel e invitaba a la familia Lewis a comer con ella, de manera que cada año procuraba hacerla olvidar la ausencia de sus padres. Así que las excusas con Nicole salían sobrando porque prácticamente había crecido como un miembro más de aquella familia.

—Debes evitar que en un futuro quiera casarme con alguien y tener hijos. Si de abandonarlos se trata, para tener una buena vida, prefiero evitar traerlos al mundo y después hacerlos a un lado.

—¡Santa mierda! — Soltó olvidando por completo su educación.

—¡Nicole! — Las mejillas de la chica se sonrojaron y su amiga la miró carcajeándose.

—¡Por las barbas de Merlín! — Se burló—. Tú estás bromeando conmigo, jodidamente alucinas con los finales felices así que no comprendo a qué viene tan repentina decisión.

—Lo cierto es que a nada en especial—mintió, vivía ilusionada si del romanticismo se trataba—. Sucede que ya tengo planeado mi futuro— murmuró acomodándose un mechón tras la oreja.

—Eso suena como a que mañana mismo tendremos la edad suficiente como para besuquear y toquetear a los niños.

—Puedo asegurarte que tu mamá no querrá oírte hablar de esa manera.

—Mamá sigue creyendo que no sé qué el hombre tiene un pene y la mujer una vagina. Para ella seguimos estando en el jardín de infantes.

—Asquerosa.

—Dentro de poco olvidarás que acabas de ofenderme sin razón alguna. 

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