Capítulo veintidós

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Jessica había llegado directo a su habitación, en medio de lágrimas y sollozos, se sentía abrumada, más porque no sabía qué hacer. Lo que ocurriría entre ambos, lo que su papá pensaría al escucharla abandonar lo que tanto le apasionaba. Y es que ya no podía esconder el cómo se sentía con respecto a toda la mierda de Verónica porque todas esas emociones que debió experimentar en su momento las estaba reflejando con la noticia que tanto había estado esperado. Absurdo, totalmente absurdo.

Incluso estaba avergonzada acerca de la manera infantil con la que había discutido con Nicole y se sentía malditamente estúpida porque estaba siendo demasiado injusta con James. No tenía que ser el receptor de su molestia, sin embargo, le fue inevitable no cabrearse con él cuando se dio cuenta que no conocía en lo absoluto el camino de su futuro.

Pero se encontraba en esa faceta en la que descubría que los desplantes de Verónica realmente le habían afectado. Porque era el prototipo de una madre a la que amó a pesar de todo, de modo que las razones de su ataque vagando por los noticieros y páginas de Internet ocasionaban que su pasado le supiese horrible.

Pestañeó mientras limpiaba sus lágrimas. Su celular no había dejado de sonar y sabía de quien se trataba, Nicole seguía llamando sin obtener respuestas de su parte. Respiró hondo y lo miró intentando ignorar su insistencia, sin embargo, volvió a sonar iluminando la pantalla del móvil ante la llegada de un nuevo mensaje.

"Solo quería compartir contigo que audicionaré para una beca de la Academia de Ballet Bolshoi.

Te amo Jessie, no pretendía ser una perra ponzoñosa, pero me sentí cabreada por tus tontas excusas. ¿Quién va a arruinar mis bragas con protagonistas jodidamente calientes? Quiero que sigas enloqueciendo a mis hormonas de forma entusiasta con tus novelas eróticas, no seas una tonta.

".

Sonrió un poco. Nicole solía hablar de manera embelesada acerca de lo mucho que deseaba entrar a esa academia. Ciertamente para Jessica era inevitable no sentirse orgullosa de su amiga porque a pesar de la confrontación que habían tenido le deseaba éxito en cada uno de sus logros. Difícilmente podía mantenerse enojada con ella, de hecho, en alguna de sus discusiones se encontraron burlándose de lo contradictorio que era su comportamiento puesto a que ni siquiera sabían fingir su molestia.

—Debemos hablar— anunció su padre entrando a la habitación con la carta en sus manos, esa misma que Jessica había desechado junto con los panfletos de la universidad—. Me puedes explicar qué está sucediendo, encontré esto en la papelera.

—Yo-yo...— lo observó fijamente, lucía serio y a la vez consternado. De repente sintió un nudo en su garganta sin que pudiera evitarlo. Así que rogó por no soltarse a llorar frente a él, aunque sus ojos irritados delataban que era lo único que había estado haciendo —, bue-bueno, nada en particular.

Suspiró llenando sus pulmones de aire.

—Me encantaría saber a qué te refieres con nada en particular, porque esta carta dice que has sido admitida en la Universidad de Columbia— siseó conteniéndose. Todo hubiese sido más sencillo sin saber nada de su pasado. Sentía que su mundo se tambaleaba por motivos que no lograba entender. Estaba más alterada que nunca, llevaba días hundida en sus pensamientos, incluso sentía que la aflicción invadía su cuerpo de una manera que no lograba comprender, y eso era algo que le molestaba—. ¿Cuándo pensabas darme la noticia? ¿No es esto lo que tanto querías? Acordamos que no desistirías si obtenías mi consentimiento para estudiar fuera del continente.

—Lo lamento, estaba precipitándome cuando dije que quería estudiar al otro lado de Europa— soltó sintiéndose apenada y el hombre la miró confundido. Jessica se aferraba a ese sueño que tanto idolatraba, por eso no podía creer que ahora solo decidía ignorarlo.

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