Prohibido Apostar +18

Capítulo diecisiete

"— ¡Verónica! ¡Detente! — Gritó asustada pidiendo la escuchara. Lucía como alguien desesperada.

— ¡¿Por qué nunca me diste la oportunidad de ser tu madre?! ¡Tú sabías que no éramos hermanas! ¡Cometí errores, pero nunca permitiste que yo fuera ella! ¡¿Por qué?!

Sintió sus ojos humedecerse porque la estaba asustando. Jessica abrazaba lo suficiente su pierna mientras sollozaba ante el episodio enloquecedor que le estaba haciendo pasar Verónica a lado de su madre.

—Me das miedo. Me duele decirlo porque siento amor por ti, eres mi familia, pero estás enferma— pasó una mano por sus mejillas e intentó calmar a su hija. Hubo un largo silencio y Verónica la observó alejando a Jessica de Andrea, tirando con fuerzas de su cabello.

>> ¡La estás lastimando! — Gritó aterrada— ¡Suéltala! ¡Ya basta Verónica! ¡Deja a la niña!

Le ordenó su hija. Jessica tenía dos años y Verónica la amaba como a su propia hija, pero hace meses que ella se encargaba de lastimarla, la miraba con rencor y una parte de Andrea se negaba a juzgar a la que por años conoció como a su hermana porque sabía tantas cosas y a la vez tantas que no entendía.

Nunca nada volvería a ser igual. Su infancia había sido una mentira que Verónica catalogaba como el peor error de su vida. El producto infernal de una violación. Y a veces no podía evitar verla con dolor, porque a pesar de saber que era su madre biológica, sentía miedo de que las lastimara debido a sus repentinos ataques.

—Lo perdí todo. Él era importante para mí y no puedo fingir no odiarte cuando te veo a los ojos... Tú eres mi hija, pero ese ser repulsivo vive en ti y tú no puedes estar con vida.

La mujer sacudió la cabeza aturdida y caminó hasta ella, Andrea estaba tan cerca de las escaleras que podía correr para pedir ayuda, pero su hija la observaba asustada con lágrimas en sus ojos. No podía dejarla con Verónica, sus cuadros de esquizofrenia la convertían en una mujer desquiciada.

>> ¡¿Cómo te atreves siquiera a tener una vida feliz?! Te he cuidado por años. Lamento haberte regalado, pero mamá sabía que eras un peso para mí. Yo lo quería, pero él se aprovechó— no pudo evitar ver a su hija sintiendo un nudo en la garganta. Los labios de la niña temblaron y con sus ojos llenos de lágrimas la observó desde el suelo intentando gatear hasta ella.

Verónica se había convertido en un monstruo, lo que hacía que el corazón de Andrea latiese muy deprisa. De inmediato supo que no removería recuerdos de su pasado para poder entenderla porque sabía de antemano que había sido horrible la manera en la que vivió parte de su adolescencia antes de tenerla. Sin embargo, la situación la superaba y simplemente ya no le era posible sentir empatía por ella porque de alguna manera sabía que ella cometería un error y Arthur, su esposo, no estaba para ayudarla.

>>Sabía que esto podía pasar, cariño. Siempre lo supe... Tú me haces sentir enferma, pero a pesar de ello te amo Andrea. Para mí siempre serás mi bebé. Mamá hizo un buen trabajo contigo, pero ya no puedo permitir que el siga creciendo en ti. Eres parte de él— susurró observándola fijamente. La mujer acunó su rostro y acarició su mejilla con ternura. Andrea al notar su mirada trastornada intentó separarse, pero las manos de Verónica sobre sus hombros le impidieron alejarse de ella.

—Lo siento. Yo realmente lo siento— sacudió la cabeza temblando bajo sus manos. Le parecía inadmisible que su madre buscara avanzar de muchas maneras para terminar con su vida. Al recordar los últimos incidentes en los que Jessica y ella habían salido lastimadas, entendió que aquella mujer jamás tendría la oportunidad de amar realmente a alguien porque su vida había dejado de avanzar puesto a que aún se mantenía lamentándose por su pasado—. No te he amado como lo merecías y aunque odies ver al hombre que te hizo esto en mí, nunca me arrepentiré de haberte querido. Debí darte una oportunidad mamá, pero no lo sabía, me hubiese sentido afortunada de tener tu amor de esa manera que tanto anhelaste. Yo te amo...