Epílogo

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Hacía un par de días que le habían hecho saber que podía comenzar con su movilidad a la Universidad de Juilliard. No quiso contarle a Jessica respecto a ello, solo le avisó a César cual era realmente el plan de su transferencia, quien no tardó en informarle a Nicole, su novia. Tenía urgencia de llegar hasta ella, así que apresuró todo tan pronto como le fue posible. Días después, supo que ambos lo alcanzarían, estaban fascinados con la idea de ayudarlo así que nada era más imperioso que regresar a su lado.

En cuanto estuvo frente a la casa del señor Arthur, respiró con profundidad. Ansioso, necesitando con vehemencia tener a su chica romántica a su alrededor porque su corazón simplemente seguía latiendo por ella con la misma intensidad. Aunque era evidente que esos últimos meses ya no lograba sentirse completo.

Ambos habían ingresado a la universidad en diferentes continentes, así que era común verlos al teléfono o atendiendo una video llamada a altas horas de la madrugada. Para James había razones suficientes para entender como lograron juntos mantener su relación a distancia, su esencia lo embriagaba retornando a cada segundo lo que entre ellos sucedía cuando se reencontraban. Tres años después, en los que existieron visitas espontáneas, seguía sintiéndose locamente enamorado de ella. Al principio había sido complicado porque añoraba estar a su lado tanto como ella esperaba su regreso. Cuando Jessica comprendió las implicaciones de su separación, supo que sentía mucho más por él de lo que se hubiese imaginado.

El futuro del que James le había hablado comenzaba a parecerle tan lejano. La distancia les dolía porque no lograban conversar a diario, a veces peleaban. Y es que las cosas habían cambiado bastante, su vida era agitada, demasiado, tenía poco tiempo para atender el teléfono o mantenerse al contacto con él.

Los días pasaron muy lento, incluso comenzó a sentir que las posibilidades de verla no sucederían de momento. No sabía la desesperación de su encuentro, pero entendía que todo se debía a que su corazón se estrujaba porque la amaba y adoraba cada faceta de ella. Esa tarde volvería a casa, pero de forma momentánea, su verdadero destino aun esperaba por él, no obstante, no había dejado de pensar en lo que haría antes de abrazar a su futuro. El viaje desde Australia se le había hecho eterno, había llegado a Londres a primera hora de la mañana, esperando encontrarse con el señor Sparks antes de viajar con dirección a la ciudad de Nueva York, no podía llevarse mucho tiempo. Unos minutos más tarde se encontraba parado frente a la casa del señor Sparks esperando ser recibido. Era la primera vez que hablaría con él de esa forma, sin embargo, cuando el padre de la joven abrió la puerta de la casa se mostró desconcertado. James sonrió apenas sintiéndose ansioso, en ese momento había olvidado las palabras que se sabía de memoria.

—James— musitó sin comprender que hacía ahí y él joven lo miró fijamente—. ¿Cómo está todo? ¿Mi hija y tú...?

Negó entendiendo lo que quería decir.

—Todo bien. He venido porque es con usted con quien quiero hablar.

Asintió invitándolo a entrar.

Con los nervios desbocados, lo observó sin saber por dónde empezar. Arthur lo alentó a hablar con un ademán. Estaba a punto de enloquecer, incluso tenía esa sensación de que simplemente todo le parecía irreal. Le contó de manera clara el porqué de su visita, ciertamente comenzaba a sentirse aún más nervioso. El señor Sparks notó su reacción, pero no lo detuvo, lucía pensativo mientras escuchaba con su espalda recargada en el sofá.

Él lo estudió sin saber interpretar su silencio, sin embargo, no se contuvo al expresar la magnitud de sus sentimientos. Asombrado, sopesó unos segundos el significado de sus palabras. Ya había terminado de narrar con detalle todo lo que tenía que decir.

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