Capítulo cinco

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Jessica lucía pálida, incluso sus labios y mejillas sonrosadas habían perdido su color. James puso una mano en su mejilla mientras buscaba su pulso que ahora era irregular.

— ¿Está muerta? Dime que ella aún respira— preguntó César, con tono alterado.

—Tú estarás muerto sino arreglas ese jodido desastre en el que me has metido— sentenció frunciendo el ceño.

Los ojos de ella hicieron contacto con los de James y Collins soltó el aire que estaba conteniendo en sus pulmones. Volvió a cerrar los ojos cuándo sintió que todo a su alrededor comenzaba a dar vueltas nuevamente.

— ¿Qué se supone que haré ahora? — Cuestionó siguiendo con la conversación que sostenían antes de encontrar el cuerpo de la joven tendido en el suelo.

—Hacerte cargo de la deuda— susurró levantando su cuerpo—. Tendrás que olvidarte de esa moto porque yo no voy a ser parte de tu jodida apuesta.

>>No jugaré con Jessica.

—No te pases de listo Thomson— dijo con las manos en su cadera y un ceño fruncido—. Creo que te estás precipitando. No puedes hacerme perder una Harley.

—Lo siento, hasta dónde sé, yo no dije que lo haría— sentenció.

— ¿James? — Susurró débilmente recostando la cabeza en su pecho, sin comprender que estaba sucediendo.

—Todo estará bien, bonita— anunció.

— ¡Genial! ¡Santa mierda! — Exclamó con fastidió, tirando de su cabello.

—Más te vale que lo arregles. No quiero verme inmiscuido— sentenció.

[...]

Abrió los ojos abruptamente ocasionando que su visión fuese borrosa antes de lograr normalizarse por completo. Tenía frío y se sentía débil. Incluso su cabeza comenzó a dar vueltas de nuevo.

La señora Thomson entró a la habitación seguida por su amigo que entró al lugar sacando una caja de goma de mascar del bolsillo de su chaqueta para controlar su estrés repentino.

— ¿Cómo te sientes cariño? — Preguntó tomando asiento a su lado. James se encontraba en silencio al pie de la cama.

—Mareada... me duele mucho la cabeza— anunció e intentó sentarse.

—No cariño, mantente recostada. ¿Desayunaste esta mañana? — Negó apenada.

—La verdad es que no he comido nada desde ayer. Debí haberlo olvidado.

—James me ha dicho que han tenido una semana muy agitada— dijo tomando su mano, proporcionándole un ligero apretón—, no puedes olvidar tomar tus alimentos. Te encuentras débil y eso pudo ocasionar que te desmayaras.

La observó sonriendo con maternidad.

>>César, podrías acompañarme a la cocina— él asintió— será mejor que comas algo.

—Gracias­ — le sonrió y ella le devolvió el gesto amablemente al tiempo que salía del lugar.

— ¿Cómo te sientes? — Los ojos grises de Jessica lo observaron atentamente, él sonrió tomando asiento cerca de ella.

—Estoy bien— respondió con voz suave, una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro haciéndolo suspirar. Quizás realmente ella estaba siendo su perdición—. Gracias por lo que has hecho.

Él asintió sin saber qué decir, los nervios de estar a solas con ella empezaban a hacerse presentes. Su mamá apareció en la puerta, a los pocos minutos, seguida por César, quien ayudaba con llevar la bandeja de comida entre sus manos.

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