Capítulo dieciséis

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Cerró la puerta recargando su frente en ella. No haría hipótesis innecesarias, sabía que James no le haría daño porque nada de lo que había escuchado encajaba con lo que existía entre ellos. Además, no se trataba de ser parte de una relación perfecta, entendía que las personas podían cometer errores, pero él tambaleaba su mundo y para ella era muy difícil dudar de sus acciones y sentimientos.

Suspiró abriendo sus ojos, escuchaba pasos en el interior de la casa, notando que alguien estaba haciendo uso de la cocina. No esperaba encontrarse con alguien, su nana había ido a visitar a sus nietos, su padre se encontraba trabajando en su despacho hasta el anochecer y Verónica había desaparecido desde aquella charla en la que las dudas comenzaron a asaltar sus pensamientos.

— ¿Andrea? ¿Eres tú? — Jessica giró su rostro al tiempo que comenzaba a caminar percibiendo una voz familiar—. Cariño, mamá te ha hecho tu comida favorita, pensé que tal vez podríamos ir al cine como cuando eras pequeña, ¿lo recuerdas?

>>Él siempre pensó que tú serías un error, nunca debí salir con él, pero lo amaba tanto que no veía sus imperfecciones— la escuchó haciéndola fruncir el ceño confundida. Era claro que estaba divagando—. Vamos cariño, date prisa, la comida se enfría.

Unos minutos después, hubo un silencio que la llevó a detener su recorrido por un momento. Definitivamente esa tenía que ser la voz de la que creía era su madre, Verónica. Con sigilo comenzó a caminar de nuevo en medio de su perturbación y entró a la cocina sintiéndose nerviosa. Verónica estaba frente a ella manteniendo la vista puesta en la barra, hablando con alguien que notablemente no se encontraba en el lugar. Pestañeó sin saber qué hacer cuando alzó su mirada con sus ojos irritados, llevando una mano hasta su boca y Jessica solo pudo pensar que nada andaba bien con sus facultades.

—Estás en casa— le dijo en susurro preocupada, notando de inmediato su falta de sensatez.

Verónica la observó con parsimonia enarcando una de sus cejas. No lucía como la persona que conocía, en su rostro surcaba la angustia, su pecho subía agitado como si le faltase la respiración y sus ojos derramaban un par de lágrimas. La escuchó divagar nuevamente, pero dudó de sus palabras, sin embargo, comprendió que era evidente que ella estaba sumergida en una burbuja que comenzaba distorsionar su realidad.

— ¿Por qué lo hiciste? ¡Nunca debiste existir! ¡Eres una asesina! ¡La mataste! ¡Tú la mataste! ¡Acabaste con la vida de mi hermanita, de mi hija! — Gritó sacudiendo la cabeza y eliminó las lágrimas de su rostro con manos temblorosas.

>> Yo no quería mentir, pero luego estabas tú... Tú me hiciste mentir, le prometí que te cuidaría como no lo hice con ella— murmuró al tiempo que se paseaba de de un lado a otro, abrazando su cuerpo. Jessica la miró ansiosa rogando porque su padre regresara antes de lo previsto—. Arthur, él me dejó hacerlo. Él dejo que yo te criara. ¡¿Por qué comenzaste a indagar?! ¡¿Por qué tenías que reprochar el amor que te he dado?! ¡¿Por qué?!

—Mamá— logró decir notando que esa palabra ya no le sonaba familiar. La mujer la observó con sus ojos oscurecidos, añorando el recuerdo de su hija —. Verónica mírame, por favor. Mamá...

La llamó necesitando tener su atención. No importaba que ella la hubiese olvidado por años, no siempre había sido de esa manera, sin embargo, Jessica vislumbró la locura y desespero en su mirada, haciéndola sentir miedo, porque estaba claro que sus recuerdos la torturaban sin consuelo.

—Estoy llena de odio. Él nunca se detuvo... no, no, él no lo hizo. Yo-yo no era consciente de mis actos, me paralice cuando jugó con mi cuerpo. Yo no lo disfruté, pero él continuó... Yo-yo...— sollozó—. En realidad, era una chica ingenua, muy ingenua... Él me violó, jugó con mi cuerpo... me-me habían violado, pero quería seguir creyendo en él y cuando supe que estabas creciendo en mi interior... ¡Oh, Andrea! Fui la mujer más feliz... pero él... él no te quería, él sugirió que-que abortar.

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