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Los días siguientes fueron confusos. Pensé en Harry con más frecuencia de la habitual, casi tanto como cuando ambos estábamos en Hogwarts.

Me pregunté un millón de veces si le habría contado a la Comadreja mi episodio de llorera y si ambos se habrían reído de mí. Imaginármelo casi me hacía sentir más humillado que trabajar como barrendero. Sin embargo, cuando me acurrucaba en la cama a llorar, ansiaba con ferocidad que Harry viniera a acariciarme el pelo de nuevo.

CaminosWhere stories live. Discover now