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Hubo un día en el que Harry se fue más tiempo del habitual. Yo me abracé a mis propias piernas y empecé a morderme las uñas de manera compulsiva.

"Ya está, esto fue todo. Ha terminado por hartarse de mí" pensé, desdichado, con unas lágrimas incomprensibles deslizándoseme por las mejillas. "Se ha cansado. No volverá, yo moriré aquí en esta patética cama sin que nadie se entere, y meses más tarde, cuando alguien descubra mi cadáver, Rita Skeeter escribirá un vomitivo artículo sobre mí, y eso será todo".

Dos horas más tarde, cuando yo ya había dejado de llorar porque no tenía más agua en el cuerpo, la puerta se abrió. Salté de la cama y me abalancé sobre un desconcertado Harry. Me abracé a su cuello con movimientos descoordinados y provoqué que sin querer nos calléramos al suelo, pero ni siquiera en el piso lo solté.

-Draco, ¿qué...?

-Pensé que ya no ibas a volver, pensé que me ibas a dejar aquí completamente solo, para siempre -respondí con la voz quebrada, de una forma que incluso a mí me sonó maniática.

Harry contuvo una exclamación de sorpresa.

-Oh, Draco, yo... ¿Cómo pudiste pensar eso? No, no... -suspiró, al parecer sin saber muy bien qué decir. Me acurruqué en su pecho y él empezó a acariciarme el sucio pelo con los dedos-. Lo siento, Draco, lo siento muchísimo. Jamás te dejaría, tienes que creerme, ¿está bien? Jamás te dejaría. Tardé tanto porque estaba comprándote un regalo. Pensé que te animaría un poco, pero debí darme cuenta de que tú...

-No te vuelvas a ir así, por favor -supliqué, casi lloriqueando de nuevo. No podía dejarme. Yo lo quería, lo quería muchísimo, y necesitaba que él también me quisiera a mí, porque ¿qué otra cosa tenía yo, aparte de Harry?

-No, no... No te preocupes. Me quedaré todo el tiempo que tú quieras, Draco. Para siempre si es necesario.

Alcé la cabeza para mirarlo, sorprendido. Él me devolvió la mirada con gravedad.

-¿Para siempre? -pregunté con la voz muy débil.

Él asintió y se las arregló para darme un beso en la frente, a pesar de que yo todavía estaba encima de él. Sonreí y lo abracé más fuerte que antes, mientras me acariciaba la espalda.

Me gustaba cómo sonaba ese "para siempre".

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