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Cuando por fin nos aparecimos en nuestra casa, Harry continuó besándome en la boca, en el rostro, en el cuello. Yo me reí encantado. Estaba simplemente feliz. No quería que el momento acabara nunca, y mucho menos cuando Harry dejó de besarme para abrazarme con firmeza.

   —Entonces, ¿no estás enfadado porque haya hecho pública nuestra relación? —murmuró muy cerca de mi oído—. Sé que no querías que lo hiciera.

   —Eso ya no importa —le aseguré, envolviendo a mi vez su cintura con mis brazos—. Casi me apetece darle las gracias a Darla Selwyn por haber empezado la escena. —Se me escapó una risa al pensar en la joven.— Por Merlín, qué niña tan tonta. Tiene suerte de no haber tenido la edad suficiente como para ingresar en los mortífagos en época de preguerra, porque con lo sutil que es la habrían atrapado a la primera semana.

   Harry se rió suavemente y yo sentí su pecho vibrar.

   —Sí, es bastante poco discreta. Es culpa de su educación, sin duda. Si su familia no está ya en Azkaban es solo porque nadie está tan loco como para incluirlos en algún plan con alguna relevancia.

   Yo asentí, recordando a los señores Selwyn. Los había conocido siendo muy niño, pero todavía recordaba el profundo desagrado que me habían producido su afectación y su falta de discreción.

   Harry y yo nos quedamos callados, simplemente abrazándonos en un plácido silencio que no tenía nada de incómodo. Sin embargo, yo no tardé mucho en romperlo, pues de pronto recordé algo:

   —Entonces, ¿te parece buena idea volver al trabajo? —pregunté—. Creo que es hora de que retomes tu vida, Harry. Yo ya estoy mucho mejor, no necesito que estés siempre conmigo. —Sonreí y me moví un poco para alcanzar a darle un beso en la mejilla. — No es que no me encante, pero ya me entiendes.

    Harry se rió y acarició mi cuello con su nariz. Su respiración me puso los piel de gallina y me produjo un agradable cosquilleo.

   —Gracias por aclararlo, si no, habría pensado que no te gusta tenerme cerca —bromeó, y me dio un pequeño mordisco. Yo me quejé, sorprendido, pero él en seguida calmó el poco dolor que me había provocado con un pequeño lamentón—. Sí, creo que ya es hora de que vuelva al trabajo —continuó, hablando con más seriedad—. Mañana pediré la reincorporación, aunque supongo que tardarán al menos una semana en concedérmela. Ginny me dijo antes que en el Departamento de Aurores están bastante desbordados por un par de casos que no logran resolver. No creo que yo pueda hacer mucho, pero...

   —Déjate de falsas modestias, Harry —repuse poniendo los ojos en blanco, pero con tono amable—. Y dime, ¿qué tal está Ginny? ¿Sigue... Triste por lo nuestro?

   Harry se rió, como si yo hubiera dicho algo muy gracioso.

   —Ginny está de maravilla. Mejor que nunca, según sus propias palabras. —Se alejó un poco de mí para poder mirarme con ojos brillantes—. ¿Te acuerdas de Luna Lovegood?

   —¿Lunática Lovegood, la hija del tipo que editaba El Quisquilloso y que iba con rábanos colgando de las orejas? —pregunté con intención— ¿Qué le pasa?

   Harry alzó las cejas, como sorprendido de que no lo hubiera comprendido ya.

  —¿No lo entiendes? Ginny y ella se han liado. Hacen una pareja extraña, pero...

   Incliné la cabeza un poco y me paré a pensarlo. La chica Lovegood era rara, sí, pero dulce y femenina a su extraña manera.

   —En realidad, pienso que hacen una pareja estupenda. Casi tanto como nosotros —interrumpí a Harry. A continuación, compuse una sonrisa ladina—. Bueno, no tanto. Nadie nos llega ni a la punta de los talones.

   Harry se rió alegremente y después me besó. Yo supe que esa era su manera de darme la razón.

§§§

Al día siguiente, una lechuza me despertó dándome picotazos en los dedos.

    —¿¡Qué quieres!? —le pregunté exasperado, al ver que no se iba. La lechuza me alcanzó lo que parecía un periódico envuelto en un paquete y luego me dio más picotazos, seguramente para que le pagara—. Pero si no estamos suscritos a ningún periódico —murmuré sin comprender, pero alargué la mano hasta la mesilla para coger un par de monedas y luego se las tendí a la lechuza, que se fue después de lanzarme una mirada ofendida, supongo que por haber tardado tanto en atenderla.

   Suspirando, me incorporé un poco en la cama. Miré de soslayo a Harry, que seguía durmiendo, y decidí abrir el puñetero paquete yo solo.

   Lo primero que me encontré al desenvolverlo fue un papel de color rosa. Una caricatura en movimiento de Rita Skeeter guiñando el ojo ocupaba casi todo el folio, pero en una esquina había las  siguientes palabras:

He tenido la amabilidad de enviaros esto, que supongo que encontraréis interesante, pero no le he pagado a la lechuza.

Draco Malfoy, querido, si alguna vez tienes interés en que se publique una biografía sobre ti, no dudes en venir a hablar conmigo.

Besos, la encantadora Rita Skeeter.

Puse los ojos en blanco, arrugué la página y la tiré al suelo. Entonces vi la primera página del periódico, ocupada casi completamente por una foto de mí y de Harry besándonos en el callejón Diagon, delante de las caras atónitas de los muchos brujos que nos rodeaban, y por el titular El Elegido confirma su relación con la antigua mano derecha de El-que-no-debe-ser-nombrado. El subtitular decía Todos los pormenores de su relación de enemigos a amantes a partir de la página cinco.

   No me molesté en leer ni media palabra más. "Sin embargo", pensé mientras escuchaba los suaves ronquidos de Harry, "creo que me quedaré la foto".

   El Harry y el Draco de la foto de besaban una y otra vez con pasión. Sonreí. Esperaba que nosotros, los Harry y Draco reales, tampoco dejáramos de hacerlo nunca.

  

CaminosWhere stories live. Discover now