30

6.9K 746 117
                                    

Siempre me he preguntado por qué cuando estaba atrapado en una situación insoportable, ésta se dilataba en el tiempo hasta el infinito, y por qué, en cambio, las pocas cosas que me han hecho feliz parecían abocadas a terminar demasiado pronto, antes de que hubiera podido siquiera saborearlas bien.

—Draco, ¿podemos hablar un momento? —me preguntó Harry aquel día, visiblemente nervioso.

   Mi sentido de alarma se despertó de forma instantánea, pero me obligué a no sacar conclusiones precipitadas. Harry era una persona muy buena y sincera, lo había demostrado una y mil veces, así que obligué a las tontas ideas que aparecieron en mi cabeza, tales como "te va a dejar solo de nuevo, porque en realidad no te quiere, te sigue odiando tanto como como cuando íbais al colegio", a recluirse en un lugar profundo y oscuro de mi mente, y respondí, intentando aparentar normalidad:

—Claro que sí, ¿qué es lo que ocurre?

    Harry suspiró quedamente. Pude ver la preocupación en la profundidad de sus ojos, pero intenté justificarlo. Al fin y al cabo, ya me había equivocado otras veces con él.

   Harry vino hacia la silla en la que estaba sentado y, con mucha delicadeza, posó una mano sobre mi hombro y empezó a acariciarme formando círculos con el pulgar.

   —Por favor, no entres en pánico, y no pienses ni por un segundo que te estoy dejando —dijo con seriedad—, pero voy a irme durante unos días.

   Sentí el miedo extenderse como veneno por todas mis arterias, pero seguí obligándome a ser racional y asentí.

   —Claro, lo comprendo. Llevas aquí muchos meses, casi sin salir. Tus amigos deben de estar preocupadísimos. No pretendo que seas solo para mí —"aunque ojalá pudieras serlo", añadí para mi interior.

   Harry sonrió, visiblemente aliviado, aunque era evidente que no del todo.

   —Vaya, Draco, me alegro mucho de que lo veas así. Has mejorado muchísimo.

   Asentí, pero no se me pasó por alto su condescendencia. Me sentí como si me estuviera dando las migajas de su aprobación, me sentí como lo hace un mal alumno cuando su maestro lo felicita por haber logrado entender algo que el resto de sus compañeros ya dominaban hace mucho.

   —Y ¿qué vas a hacer durante esos días? —pregunté, a pesar de que algo en mi interior me dijera que no lo hiciera, que me callara, que seguramente preferiría no saberlo— Irás a visitar a Weasley y a Granger, me imagino.

   Harry pareció cohibido.

   —Sí, sí... Y a más gente, claro. A Luna, a Neville, a la familia Weasley al completo... —vaciló, y entonces por fin lo supe. Comprendí qué era lo que iba a hacer ese maldito desgraciado durante los días que iba a pasar alejado de mí. Él me lo confirmó solo un segundo más tarde:— Incluída Ginny. Ya sabes, mi prometida.

   Yo asentí de nuevo. ¿Qué otra cosa podía hacer?

   Esa noche, Harry se fue. Antes de irse, me dio un beso en la mejilla y me prometió que volvería pronto. Yo fingí creerlo.

   Cuando cerró la puerta, la soledad y el frío heladores que la presencia de Harry había ido diluyendo poco a poco se instauraron de nuevo en mi corazón. Intenté convencerme a mí mismo de que volvería, pero en el fondo sabía la verdad: mi tiempo con Harry Potter ya había terminado. Ya era hora de que el resto del mundo volviera a gozar de su héroe.

CaminosWhere stories live. Discover now