Naruto Namikaze; un hombre exitoso cuyo pasado todavía le atormenta, decide nunca volver a enamorar a una mujer de la cual no esté verdaderamente interesado. Esa promesa le ha costado años sumido en la soledad, aislado en su torre de marfil y vivir...
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Hinata sentía sus manos cada vez más frías y húmedas. Los colores sobrios, la frialdad, la formalidad y la eficacia que la rodeaba lograban ponerla cada vez más nerviosa. Esperaba que el vestido negro de mangas cortas que eligió fuera presentable para la entrevista de esa mañana. Temari no Sabaku la había citado para ese mismo día, luego de unas breves preguntas por teléfono. No le dijo quien la había recomendado, pero sabía que su padre tenía todo que ver en el asunto. La guapa recepcionista le tendió un gafete de visitante para que pudiera subir hasta el último piso de ese enorme edificio metálico, y luego de agradecerle por su amabilidad, entró en el ascensor. Conforme subía varias personas la fueron acompañando en el trayecto hasta que las puertas se abrieron en un enorme espacio dividido en varias oficinas y despachos.
Se identificó con la secretaria de ese piso, una chica castaña que frunció el ceño al analizarla tan abiertamente y ella se sintió más incómoda. Después de dar el nombre de la señorita Temari, el ascensor volvió a abrirse y una alta, esbelta y escultural rubia miel de ojos verde oscuro salió de él.
Temari trató de disimular el asombro al reconocer a la chica que su amigo y jefe le había recomendado el día anterior y estuvo de acuerdo con lo que sea que Naruto haya visto en ella. Era demasiado guapa para su propio bien, pero a parte de eso, le alegraba que por fin mostrara interés en alguien, aunque tanto Shikamaru como ella llegaron a la conclusión de que las maneras de Naruto no eran las correctas.
―Buenos días ¿señorita Hinata Hyuga? ―Hinata asintió y le tendió su currículum―. Es un placer conocerla, mi nombre es Temari no Sabaku y soy la asistente personal del señor Namikaze. Sígame por favor.
―Claro, mucho gusto ―La siguió por el pasillo topándose con dos mujeres más y casi se cae de bruces cuando reconoció a la rubia que su ex novio se estaba tirando en el sofá de su piso. Ella solamente levantó la barbilla en señal de sentirse superior a ella, pero Hinata logró ignorarla impresionantemente bien. Contrario a lo que ella podría pensar, le agradecía por quitarle semejante cucaracha de encima.
Temari empujó una gran puerta y le señaló uno de los sofás que se ubicaban en una esquina del enorme despacho. Pinturas sobrias e impersonales, cuadros impresionantes de renombrados artistas. Los muebles lucían caros y todos de madera oscura, pero lo que más la impresionó fueron las bellísimas vistas de su ciudad.
―Es... impresionante ―susurró para ella misma.
―A Naruto le encanta su despacho, es prácticamente su segundo hogar ―Hinata arqueó las cejas ante la familiaridad con la que la mujer se refería a "su jefe".
«¿Será sunovia?»
Sin querer, algo dentro de su pecho se removió. Sin embargo, prefirió ignorar esa desagradable sensación. Temari era una mujer guapísima y sin duda estaba a la altura de un impresionante hombre como lo es Naruto Namikaze.
