Naruto Namikaze; un hombre exitoso cuyo pasado todavía le atormenta, decide nunca volver a enamorar a una mujer de la cual no esté verdaderamente interesado. Esa promesa le ha costado años sumido en la soledad, aislado en su torre de marfil y vivir...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Había perdido las ganas de vivir, pensó Naruto cuando bebió del último trago que poseía esa botella de vodka. El recuerdo de esa mujer volvió a surgir en medio de ese entumecimiento y anestesia que solo el alcohol puede brindar, clavándose en su pecho como carámbanos de hielo y a la vez ardientes. Lleno de rabia, de furia, de ira y dolor... aventó la botella vacía al otro lado del espacio diáfano de su ático viéndola como se convertía en cientos de fragmentos esparcidos por todo el lugar.
Ni siquiera era capaz de subir a su habitación porque sabía lo que se encontraría allí; a ella por todas partes. Sus sabanas estaban impregnadas de su olor, sus cosas todavía ocupaban un lugar dentro de su baño, sus cajones, pero sobre todo era esa ausencia que se podía incluso oler lo que terminaría de atormentarlo si subía hasta allí.
Era tan cobarde que por eso llevaba dos semanas seguidas durmiendo en el sofá del primer piso.
Había cerrado con llave y desactivado el código del ascensor, no quería que nadie lo molestara. Podía observar, desde donde estaba sentado, la pantalla de su celular hecha pedazos. También el teléfono dentro del ático no dejaba de sonar a cada hora, tanto que al final terminó siendo otro montón más de la basura que ahora lo rodeaba. No deseaba el contacto con nadie, que nadie le hablara de lo que había sucedido, de esa terrible sensación de vacío que lo atenazaba con toda su potencia. Haber sido el responsable de la muerte de Hotaru y su hijo lo había devastado, pero eso no tenía comparación con lo que sentía en esos momentos.
Las ganas de desaparecer no desaparecían, eran constantes... pensamientos oscuros que lo llevaron a tratar de quitarse la vida, sin embargo, jamás pudo. Se cubrió el rostro con las manos, sollozando como la escoria de hombre que era... tan inservible que la única mujer a la que había llegado a amar lo consideró tan insuficiente como para correr a acostarse con otro hombre... un hombre casi ocho años menor que él. Una carcajada se escapó en medio de ese llanto seco que no lo dejaba llorar como lo había venido haciendo en esas semanas. Ese era su castigo, ese era el precio que debía pagar cuando pensó que un demonio como él podría llegar a ser merecedor de recibir amor. Amor de parte de una mujer como esa.
Al final Hiashi había tenido razón.
«―No te sorprendas cuando encuentres a otro tipo entre sus piernas, Naruto»
¿Cómo no pudo adivinarlo? ¿Cómo no supo ver que lo estaba engañando? Todo se había sentido tan correcto y real, tan perfecto y hermoso que jamás dudó. Tuvo que haber sido consciente de la realidad: Si algo es demasiado bueno para ser verdad, es porque lo es.
Lo peor de todo es que la seguía amando. Se había entregado por completo, sin inhibiciones, sin secretos de ningún tipo. Le había abierto su alma para que ella hiciese lo mismo y a cambio lo había destruido.
