Capítulo 11

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Secrets - One Republic

Había perdido la capacidad de hablar, estaba segura

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Había perdido la capacidad de hablar, estaba segura. Naruto la miraba expectante, buscando su reacción, pero ella simplemente estaba en blanco. La palabra "hijo" hacía eco en su interior. Esperaba cualquier cosa menos eso. ¿Cómo lo había perdido? ¿Habría muerto la madre o todavía estaría con vida? ¿Estuvo casado?

―Hinata ―La llamó él cuando vio que estaba todavía en shock. Con los ojos ampliamente abiertos e irritados por el aire, ella le miró―. Fue mi culpa.

― ¿T-Tu...? ―Su garganta estaba seca―. ¿Tu culpa?

Él asintió, cabizbajo.

― ¿Cómo puede ser tu culpa? ―cuestionó ella―. Debe haber alguna explicación, Naruto. No eres un mal hombre, al contrario.

―Eran joven y estúpido ―La interrumpió él y Hinata distinguió el terrible tormento y sentimiento de culpa que lo perseguía. Llevó sus manos a su rostro masculino y lo elevó hasta que sus miradas se conectaran. Sufría en silencio, lo sabía con solo ver el apesadumbrado color azul de sus ojos. En esos momentos había dejado de ser el magnate Naruto Namikaze para abrirle su pecho y mostrarle el frágil y arrepentido hombre que era. Aun arriesgándose a perderla, a que ella saliera corriendo y para Hinata no existió prueba más grande de amor que esa.

―Naruto ―dijo con delicadeza, se aproximó lentamente a sus labios, sin romper la conexión de sus ojos y lo besó con toda la ternura del mundo―. Te escucho, cuéntame lo que pasó.

Él la miró con un infinito amor que le derritió el pecho y acarició sus mejillas con sus cálidos pulgares.

―Sabes perfectamente que puedes irte si...

―Naruto ―Lo interrumpió ella esta vez―. Solo dímelo, te escucharé sin juzgarte.

Él dejó escapar un suspiro cargado de resignación, como si diera por hecho que ella se iría, pero estaba segura de que no lo haría, al menos hasta que él se explicara y le revelara los detalles de tan oscuro pasado que parecía cargar.

―Era un imbécil inmaduro, millonario y mantenido que disfrutaba jugando con las mujeres, les decía todo lo que querían oír, incluso que las amaba para conseguir que se abrieran de piernas y me complacieran, poco me importaba abandonarlas una vez me había aburrido de ellas, no me importaba como se sentían, si les rompía el corazón, nada ―Él había agachado la cabeza, avergonzado consigo mismo―. Tenía veintidós y no deseaba ataduras de ningún tipo, nadie me interesaba más que para un momento de desenfreno, por lo que era engañoso, traicionero, mentiroso y descarado. Un hijo de puta en todo el sentido de la palabra ―Suspiró―. Una de las tantas con las que me divertía, Hotaru, ese era su nombre, me perseguía allá donde fuese, estaba obsesionada y poco le importaba que yo la tomara así viniera soltando a la puta de turno. Era como el premio de consolación cuando la chica que me interesaba en esa noche no me correspondía.

ANGEL - NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora