Naruto Namikaze; un hombre exitoso cuyo pasado todavía le atormenta, decide nunca volver a enamorar a una mujer de la cual no esté verdaderamente interesado. Esa promesa le ha costado años sumido en la soledad, aislado en su torre de marfil y vivir...
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―Así que... ¿ya tenemos un plan? ―Hiashi Hyuga sonrió antes de darle un trago a su whisky escocés. No solamente tenía un plan, sino que tenía a las personas que se ensuciarían las manos por él. Había perdido millones cuando Naruto Namikaze liquidó sus acciones a precios relativamente bajos, así como tuvo problemas con los nuevos empresarios que compraron dichas acciones, pues estos andaban metiendo sus narices en donde no deberían. Es por esa razón que una sociedad con el magnate le convenía, el tipo solamente se conformaba con ganar dividendos sin importar de donde viniesen.
―No te preocupes más por eso Kaguya ―La mujer frente a él suspiró. Alta y recatada, elegante y fría. Kaguya Otsutsuki era una mujer imponente en los negocios, su mayor socia en cuanto a narcotráfico y lavado de dinero se refería. Ella, él y Naruto eran la sociedad perfecta, así este último no supiera que su comercializadora solo era una tapadera. Por eso los jodió tanto cuando este finalizó su sociedad por meterse en las bragas de su hija.
Hinata le había hecho perder mucho, pero que pusiera a su hijo en su contra, fue lo último que le permitiría hacer en su miserable vida. La hundiría hasta lo más profundo, hasta lo más hondo donde por mucho que luchara jamás lograría surgir. Era hora de dejar salir todo ese odio que lo consumió por años.
―Sabes que, si él se da cuenta, nos aplastará ¿verdad? ―Kaguya bebió de su gintonic, su cabello blanco recogido en un moño elegante y la afilada mirada maquillada en sombras negras.
―Nunca se dará cuenta, el muy imbécil se enamoró de mi hija, estará devastado para tratar de averiguar la verdad, cosa que no hará.
La mujer enarcó una ceja depilada y maquillada.
― ¿Qué tienes en mente?
Dos personas aparecieron en su mesa, ambos tomados del brazo y Hiashi sonrió. Ambos eran perfectos, y tenían sus propios intereses al separar a ese par. Kaguya los estudió y sonrió, adivinando lo que él estaba pensando.
Toneri soltó a Shion y se acercó a besar las dos mejillas de su madre, retiró una silla hacia atrás y sentó a su acompañante en él. Minutos después dos copas de whisky y champagne fueron depositadas frente a ellos y esperaron a que el mesero los dejara solos para discutir su plan.
― ¿Lo tienen todo listo? ―preguntó el empresario mayor. Shion sonrió, evidentemente feliz al saber que lo que más deseó se cumpliría. Hinata Hyuga se arrepentiría del día que fijó sus asquerosos en su presa una vez todo se acomodara como debiera. Su oportunidad perfecta se acercaba, lanzarse a los brazos de Naruto cuando esté solo y devastado, consolarlo hasta lograr que se enamore de ella.
―Todo listo ―contestó Toneri entregando una carpeta, con una sonrisa siniestra en su rostro y el parche cubriendo su nariz fracturada como recordatorio del momento más humillante de su vida. Ese par le pagarían lo que le hicieron pasar y Hinata... mmm, Hinata por fin sería suya sin inhibiciones.
