Presa

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(Erick)

Estaba sentado en el suelo de la azotea aún en shock.

Después de que el nuevo me empujara y saliese corriendo, me había quedado aquí sentado intentando ordenar mi mente.

¿Me había rechazado? ¿A mí? ¿A Erick Sullivan? Era imposible. Tenía que serlo.

Me levanté rápidamente y me dirigí a las escaleras.

Me había humillado. Nadie en su sano juicio me habría rechazado si no quisiera humillarme.

Caminé por el pasillo y entré en clase antes que el profesor.

El asiento de Leo estaba vacío y no se encontraba tampoco con Sarah, así que supuse que habría huido.

Me las va a pagar. Nadie me deja en ridículo de esa forma.

Las últimas clases pasaron volando mientras ideaba algún plan para llevar a cabo mi venganza. No era como esos matones que les dan una paliza a aquellos que no hacían lo que querían, así que tendría que pensar otra cosa. Algo que le hiciera sufrir de verdad por haber tenido la desfachatez de haberme humillado.

La última clase dio a su fin sin que hubiera pensado nada y, molesto, me dirigí a la salida para irme a casa.

—¡Erick! ¿Dónde se supone que vas? —dijo alguien a mi espalda.

Me giré y vi a Mickel venir corriendo hacia mí.

—Tenemos reunión del club, ¿ya lo habías olvidado? —dijo.

Era cierto. Como los nacionales eran justo antes de las vacaciones de verano, el entrenador nos había citado para hablar sobre ellos, a pesar de que todavía quedaban dos meses.

—Lo siento —me disculpé—. Tenía la cabeza en otras cosas.

Me miró confuso y después nos dirigimos a la piscina del instituto.

Las piscinas estaban en la parte trasera, detrás del gimnasio y la pista de tenis.

El club de natación era uno de los mejores de la ciudad, así que el instituto no escatimaba en gastos. Todo lo que el club pedía, lo tenía.

Las piscinas al aire libre estaban vacías, ya que todavía hacía algo de frío como para entrenar en ellas, así que usábamos las climatizadas.

Abrimos las puertas del pabellón para ingresar en ellas, cuando choqué contra la espalda de alguien.

—Auch... —me quejé.

El chico contra el que había chocado se dio la vuelta y me sonrió.

—Erick, ¿en qué se supone que estás pensando para no mirar por donde vas? —dijo.

Arthur se encontraba frente a mí sonriendo burlón. Él era mi otro mejor amigo y, a diferencia de Mickel, a Arthur lo conocía desde la infancia. Siempre hacíamos todo juntos. Incluso ahora en el club, mientras que él era el capitán del equipo, yo era el vicecapitán.

Colors of the Soul ©Where stories live. Discover now