Epílogo: Colores del alma

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  • Gewidmet todo aquel que busque su color
                                    

[Cinco años después]

(Leo)

El joven se detuvo.

Observó atento las dos figuras con forma de ángel que había a cada lado de la puerta, y después de apretar los labios con fuerza, siguió caminando.

Aunque habían pasado varios años, aún le dolía. Le dolía no tenerle a su lado; le dolía despertar cada mañana solo; le dolía no sentir sus brazos rodeando su cuerpo....

Formó un puño con su mano, y clavó sus uñas en la palma de la misma.

Recordar todo eso le hacía daño, y más aún cuando habían pasado varios años de ese fatídico día. Ese día, en el que su alma gemela se fue, dejándolo completamente solo.

Con pasos lentos, y observando las decenas de tumbas que se encontraban en aquel cementerio, llegó a la que él buscaba.

El cielo estaba completamente gris, al igual que el día que su primer amor había partido. También se podía respirar el olor a lluvia, pero no le importaba calarse hasta los huesos. Lo único que quería, era llorar de nuevo frente al lugar donde reposaban los restos de aquella persona a la que aún seguía amando.

Se puso de rodillas en el suelo, y dejó la pequeña rosa que llevaba en una de sus manos sobre la tumba.

Una pequeña lágrima se derramó de sus ojos, cuando leyó por enésima vez el nombre que había grabado en aquella lápida.

Su cuerpo comenzó a temblar con cada sollozo, y no puedo evitar recordar las facciones de aquel joven que había sido el amor se su vida.

Su cabello color oro, y aquellos ojos que lo embriagaban de dulzura cada vez que lo miraba. Y aunque hubiesen pasado tantos años de aquello, aunque ya no estuviese a su lado, jamás dejaría de quererle.

Se llevó una mano a la boca, y después de depositar un beso ella, tocó la lápida de mármol blanquecino.

Se puso de pie, y tras leer otra vez aquel nombre, comenzó a caminar de nuevo por el mismo camino por el que había venido.

Las gotas de lluvia comenzaron a caer lentamente, y una brisa invernal le hizo temblar de pies a cabeza.

Se abotonó la chaqueta hasta arriba, y salió de aquel lugar que solo olía a muerte; pero después de dar varios pasos, miró de nuevo hacia atrás.

Los ángeles guardianes de piedra maciza le observan impasibles, y las ramas desnudas de los árboles más cercanos a él se movían con el viento.

Había leído una vez, que cuando uno nace, su alma es dividida en dos en contra de su voluntad, obteniendo así dos cuerpos totalmente distintos. El deber de esas almas era encontrarse la una a la otra, para volver a ser solo una, y obtener lo que anteriormente se les arrebató; ya que si no lo conseguían, su color se iría extinguiendo y se convertirían lentamente en sombras.

Y eso es lo que le había pasado a él. Había encontrado a su alma gemela, pero la había perdido, convirtiendo esos recuerdos en fugaces sombras.

Colors of the Soul ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt