El color de la amistad

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(Leo)

—Uke —dijo Jackson mientras se ajustaba las gafas de sol.

—Que va a ser un uke —replicó Sarah—. Es un seme en toda regla.

—P-pues y-yo creo que es un suke —habló Sophie con cierto ápice de timidez en su voz.

La pelirroja y el castaño se miraron entre ellos, y después de volver a observar al sujeto de su “experimento”, dieron un largo suspiro.

—Tienes razón. Ésta ronda la has ganado tú —dijo Jackson haciendo un puchero, mientras que Sophie sonreía por su victoria.

—Maldita sea —chistó Sarah por lo bajo—. Suke tenía que ser... en fin —se encogió de hombros—. Probemos con aquel chico de allí, el de la gorra blanca. Yo digo que es un uke. Tiene toda la pinta de que le dan bien por detrás.

—¡Sarah! —exclamé tomando la atención de todos—. ¡¿Quieres dejar de jugar a ese ridículo y vergonzoso juego?! ¿Es que no podéis dejar de pensar en el yaoi ni por un maldito día?

La aludida miró a Jackson y a Sophie de reojo, y después sonrió burlona.

—Sí. Sin duda eres y siempre serás un uke adorable. Malhumorado, pero infinitamente adorable —comenzó a carcajearse con los otros dos.

Rechiné los dientes, agarré del brazo a Erick, y comencé a tirar de él mientras nos alejábamos cada vez más de los otros.

Arthur, Mickel, Peter, el estúpido rubio, el trío de pervertidos y yo, habíamos decidido hacer un pequeño viaje a las afueras de la ciudad, para pasar la tarde en el campo, y ver la lluvia de estrellas que ocurriría esta noche.

Pero desde el mismo momento que habíamos bajado del autobús, esos tres se la habían pasado jugando a un estúpido juego al que Sarah había bautizado como “veo-veo yaoi”. Según ella, consistía en decir si el chico que eligiesen era seme, uke o suke.

—No te lo tomes tan en serio —dijo el estúpido rubio entre risas—. Solo se están divirtiendo... a su manera.

Le fulminé con la mirada, y seguimos caminando sin decir nada más.

Sabía que lo hacían para divertirse, pero los comentarios obscenos que decía la pelirroja, me avergonzaban.

Sin que me diese cuenta, y debido a que iba inmerso en mis pensamientos, choqué con una chica y la hice caer al suelo.

Yo también habría caído, sino hubiese sido porque Erick me sujetó antes de tocar el suelo. Me erguí rápidamente, y le tendí la mano a la chica para ayudarla a levantarse.

—Lo siento —me disculpé—. Debí de haber prestado más atención en vez de tener la cabeza en las nubes.

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora