Duele

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(Leo)

Me desperté al escuchar el ruido de una puerta cerrándose. Me froté los ojos cansado, y me quedé mirando la habitación aún somnoliento.

Traté de recordar el por qué estaba en la cama, y de repente enrojecí. Lo había vuelto a hacer con Erick... en el jacuzzi.

En esos momentos mi cabeza estaba echando, literalmente, humo. ¿Cómo me había dejado llevar de nuevo por las insinuaciones de ese estúpido rubio? A ver, no es que no me hubiese gustado... ¡es que era algo sumamente vergonzoso!

Aún no me creía lo que había pasado la noche anterior y esta mañana. Lo único que podía hacer era sonreír como un bobo.

Me destapé, y me di cuenta de que estaba vestido. Mi cara volvió a teñirse de rojo al pensar que habría sido Erick el que me había puesto la ropa.

Me estiré, y cuando iba a levantarme de la cama, un fugaz calambre recorrió mi espalda. Me dolía la cadera... y creía saber el por qué.

Muerto de la vergüenza y rojo como un tomate, me levanté como pude y me dirigí hacia mi maleta, pero un extraño ruido al otro lado de la puerta llamó mi atención.

Curioso, fui a ver de lo que se trataba, y cuando la abrí, Sarah, Sophie y Jackson cayeron de morros al suelo.

—Auch... —se quejaron al mismo tiempo.

Fruncí el ceño y me crucé de brazos.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —pregunté molesto.

—Querían ver si Erick y tú seguíais dándole al tema —comentó Peter que estaba apoyado en la pared contraria—. De verdad, ¿por qué me habéis despertado para espiar a Leo? Estoy agotado. Después de que Mickel y yo... —dejó la frase en el aire y se sonrojó por lo que había estado a punto de confesar.

En un principio no lo entendí muy bien, pero por la risa maníaco-compulsiva de Sarah, me quedó bastante claro de lo que hablaba.

—Vaya nochecita que habéis tenido los cuatro ¿eh? —insinuó la pelirroja mirando hacia mí y hacia Peter mientras se levantaba del suelo—. Pero bueno, lo que importa ahora: ¿cómo fue tu noche, pillín? —me preguntó ahora solo a mí.

Los cuatro me miraron expectantes y yo solo pude enrojecer aún más y frotar mis manos nervioso.

—Y a v-vosotros que narices os importa —tartamudeé.

Sarah y Jackson se miraron el uno al otro, sonrieron, y chocaron sus manos.

—Misión cumplida —dijeron entre risas.

Completamente avergonzado, salí de la habitación cerrando de golpe la puerta y alejándome de los demás, aunque no tardaron mucho en posicionarse a mi lado.

—¿Te gustó? —preguntó una emocionada Sarah—. Claro que te gustó. Fijo que esta noche repites —rió.

Colors of the Soul ©Where stories live. Discover now