El recuerdo que nos une

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(Erick)

Di dos suaves golpes a la puerta, y al ver que no contestaba nadie, decidí entrar.

Leo estaba acurrucado entre las mantas y profundamente dormido.

No pude evitar sonreír. Ahora que estaba saliendo con él, podría jurar que era la persona más feliz del mundo.

Me acerqué sin hacer mucho ruido, y me senté en el borde de la cama. Podría pasarme horas así sentado, observando como dormía; pero el autobús del viaje de fin de curso saldría en una hora, así que ya no había tiempo.

—Leo —susurré mientras le zarandeaba.

El chico de ojos violetas se dio por aludido y comenzó a desperezarse. Abrió los ojos aún algo somnoliento, y al verme, se sobresaltó y un intenso rubor tiñó sus mejillas.

—¿Q-qué haces aquí? —preguntó aún algo sorprendido.

—Despertarte porque te quedaste dormido —respondí—. ¿O es que te has olvidado de que hoy hay que salir antes para el instituto? Mira que no recordar que hoy nos vamos de viaje de fin de curso —reí burlón mientras él me miraba molesto.

—Voy a vestirme y a acabar de preparar la maleta. Tú mientras pued-

Antes de que continuase hablando, posé mis labios sobre los suyos dándole un profundo beso. Después de la sorpresa inicial, sentí como abría un poco la boca e introduje mi lengua en ella, haciendo que se entrelazara con la suya.

Me aparté rompiendo el beso, y observé gracioso como su cara se ponía aún más roja y se llevaba una mano a la boca.

—¿P-por qué narices haces esas cosas? —balbuceó.

Le di un rápido beso en la frente y sonreí.

—Porque quiero —le saqué la lengua—. Pero tú también puedes robarme algún beso como ayer en el burguer.

El rojo de su cara se intensificó aún más, cogió la almohada de su cama, y me golpeó con ella.

—¡F-fuera! —exclamó—. ¡Lo que paso ayer no se volverá a repetir ni en tus sueños!

Reí burlón, y cuando pude librarme de los mullidos golpes que me estaba dando con la almohada, salí de su habitación cerrando tras de mí la puerta y aún riendo.

Era cierto. El beso que me había robado anoche en nuestra primera cita fue algo inesperado, e hizo que en esos momentos el corazón quisiera salirse de mi pecho.

También estaba lo que había ocurrido en el cine. Tenía que reconocer que me había dejado llevar un poco, pero el solo tenerle tan cerca de mí, había hecho que perdiese toda mi cordura.

Pero quería ir despacio. No era como las relaciones de un polvo de una noche que había tenido antes. Quería que lo mío con Leo durase, si pudiera ser, para siempre. Sonaba muy cursi, pero era lo que más deseaba ahora mismo.

¿Desde cuándo me había vuelto un romántico empedernido? —me preguntaba continuamente.

El chico de ojos violetas me había atrapado por completo; pero aún así seguía ese malestar en mi pecho por no decirle a Leo toda la verdad. Por un lado quería contarle el estúpido plan que había ideado cuando le conocí; pero por otro lado me daba miedo que me odiase si se lo decía.

Aún pensando en esas cosas, cogí mi móvil y marqué el número de mi abuelo. Esperé unos segundos y alguien descolgó la llamada.

—Hola abuelo —dije sonriente.

¿Erick? —preguntó—. Se me ha hecho raro el no verte estos días. Pero bueno, para que llamabas.

—Era para decirte que hoy nos vamos al viaje de fin de curso ese —le conté—. Estaremos allí cinco días, así que no os preocupéis si llegáis a casa y no hay nadie.

Colors of the Soul ©Where stories live. Discover now