Dejarse llevar

56.7K 4.9K 1.2K
                                    

(Leo)

—Veo que aún me recuerdas —dijo Alexander mientras se cruzaba de brazos.

Me intenté levantar lo más rápido que pude, pero sentí una punzada de dolor en el hombro y me tambaleé volviendo a caer al suelo.

—Cuando mi prima Elenna me dijo que le diese una lección a un chico de su clase, nunca me imaginé que fueses tú —continuó hablando—. Aunque pensándolo bien, ¿que otra persona podría tener los ojos de ese color tan raro?

Tenía miedo. ¿Por qué de todas las personas de este mundo tenía que ser precisamente él?

Conocía a Alexander de mi antiguo colegio. Cuando mi padre murió y yo intenté aislarme de todos, Alexander se acercó a mí queriendo ser mi amigo, aunque al final esas no fueron sus intenciones.

Después de confiar un poco en él, empezó a burlarse de mí sin razón alguna y a molestarme. Al principio eran pequeñas burlas, pero con el paso del tiempo dejó de herirme con palabras para empezar a herirme con sus propias manos. No había ningún día que saliese ileso de clase.

Convenció a más chicos para que le ayudasen, y al final toda la clase estaba en contra mía. Todos menos Sarah y Peter. Ellos me defendían cada vez que podían, pero hubo un momento en el que Alexander me amenazó con hacerles daño si yo les decía algo, por lo que tuve que aguantar en silencio todos sus golpes.

Cuando mi madre se fue y mi abuelo me acogió, me cambié de colegio y no volví a ver más a Alexander, aunque todo lo que me hizo afectó a que yo no quisiese confiar en nadie.

—¿Qué te pasa Leo? ¿Te ha comido la lengua el gato? —preguntó burlón.

Yo no le respondí. Estaba demasiado asustado. Recordar todas las palizas que me dio, hizo que mi cuerpo se paralizase por completo.

—Entonces hablaré yo, no te preocupes —se agachó para estar a mi altura—. No se lo que has estado haciendo todos estos años, pero yo te eché de menos, ¿sabes? —volvió a levantarse—. De pequeño quise ser tu amigo, pero tú solo querías estar al lado de esos estúpidos hermanos. Estaba celoso, lo reconozco. Entonces me dije a mí mismo que si no ibas a estar solo conmigo, no estarías con nadie, por lo que empecé a hacerte daño hasta que se convirtió en un hábito. No recuerdo si lo hacía para que te fijases en mí o por otra cosa, pero eso ahora ya no importa.

Sus ojos oscuros se posaron en mí y, después de volver a estremecerme, sonrió.

Caminó de nuevo hacia mí y yo retrocedí aún sentado en el suelo.

—No tengas miedo, nos lo pasaremos bien —sonrió—. Con el tiempo me di cuenta de que me gustabas. Éramos tan solo unos niños, así que no me di cuenta hasta mucho después de que te marchases. No pensé que volvería a encontrarme contigo, pero ahora que estás delante de mí, no te dejaré volver a escapar ni que te tenga nadie, ni siquiera mi prima.

Seguía arrastrándome por el suelo hasta que mi espalda chocó contra la pared. No había hablado hasta ahora, ya que mi lengua también estaba paralizada.

Cuando Alexander vio que no tenía escapatoria, sonrió y se acercó lentamente a mí. Se agachó colocándose encima de mis piernas, y me sujetó los brazos contra la pared.

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora