Consejos y señales invisibles

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(Leo)

En cuanto me bajé del autobús, cogí mi maleta y me fui directo a la recepción del hotel sin esperar por nadie.

¿Cómo narices se le había ocurrido a Sarah hacer semejante estupidez?

No es que estuviese molesto (que en parte también); más bien era que estaba terriblemente nervioso. Es cierto que Erick y yo vivíamos en la misma casa, pero ahora que estábamos saliendo juntos, y después de lo que había pasado ayer en aquel cine, no estaba muy seguro de que dormir en la misma habitación que él fuese una buena idea.

También estaba lo que me había contado el estúpido rubio en el autobús. En realidad si que recordaba vagamente a aquel niño al que animé en aquella ocasión, y es cierto que me sorprendí al saber que era Erick; pero justamente ese día, era el que había intentado olvidar por todos los medios. Los recuerdos que tenía sobre lo que había sucedido después de esa competición... eran demasiado dolorosos.

Decidí dejar de pensar en cosas sobre el pasado, y me fijé en el lugar en el que me encontraba ahora.

Durante cinco días, dormiríamos en este hotel perdido en mitad de una montaña.

Las actividades que estaban propuestas para este viaje, iban desde hacer piragüismo y escalada; hasta organizar un karaoke o contar historias de terror por las noches.

En realidad estaba algo entusiasmado. Era el primer viaje escolar al que iba desde que tenía 12 años, y encima podría pasar algo de tiempo con Erick y con los demás.

De nuevo, me sonrojé por pensar en ese idiota, y en que dormiríamos cuatro noches seguidas en la misma habitación.

—¡Te encontré! —exclamó esa voz estúpidamente familiar—. Oye, si quieres puedo decirle a los profesores que vuelvan a cambiarnos de cuarto... si tú no estás a gusto.

Observé como Erick se pasaba la mano por detrás de la cabeza, como si estuviera esperando a que yo decidiese no cambiar de habitación.

—Está bien —suspiré—. Dormiremos en la misma habitación. Pero solo dormir —recalqué al ver un malicioso brillo en sus ojos.

Él sonrió, y yo solo pude agachar la cabeza un poco avergonzado.

¿Por qué ya solo el que me mire de esa forma me pone tan nervioso? —me pregunté.

—Oye Erick —dijo Arthur mientras se acercaba a nosotros—. Necesito que me ayudes con unas cosas.

—De acuerdo, ahora mismo voy —se giró hacia mí—. Nos vemos luego —me guiñó un ojo, y después se fue detrás de su amigo.

No pude evitar quedarme mirando mientras se alejaba.

—Pero que bonito —dijo la inconfundible voz de Jackson.

Me giré, y observé como el castaño sonreía burlón. No lo había visto en nuestro autobús, así que supuse que se habría subido en el otro.

Colors of the Soul ©Место, где живут истории. Откройте их для себя