Capítulo XXXIII | Respirar

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Capítulo 33. Respirar

Sólo Dame Nueve MesesCapítulo Especial.

El bebé de Lía es mío. El bebé de Lía es mío. El bebé de Lía es mío. Mi bebé. Nuestro bebé. Nuestro...
De pronto, todos los recuerdos que tengo con Lía empezaban a pasar por mi cabeza. Desde el día en el que la conocí, desde el día en el que supe que me había enamorado de ella, el día que estuvo para mí cuando nadie más lo estuvo; hasta el día en el que nuestros cuerpos se unieron... Lía había estado embarazada de mí, Lía llevaba un bebé mío en su vientre todo este tiempo..., un bebé nuestro dentro de su vientre durante nueve meses y yo no estuve presente en todo el tiempo que debí estarlo. Un fuerte sentimiento de culpa y remordimiento empieza a apoderarse de mí. Lía..., mi Lía, todo este tiempo, completamente sola.
El bebé de Lía es mío. El bebé de Lía es mío. El bebé de Lía es mío. Mi bebé. Nuestro bebé. Nuestro.
Siento que podría darme un ataque al corazón en cualquier momento. Dios.

—¡Maldita sea! —puedo sentir su mano, ella me coge de la camiseta y amenaza con enterrar sus uñas en mi torso. Verla experimentar semejante dolor me hace sentir tan inservible, deseo hacer algo, pero sé que es imposible. Yo hago todo lo posible por mantener la postura y no terminar desmayándome. Respira Josh, respira...

—Lía —trato de decir, mientras la sostengo por debajo de sus brazos —, aquí estoy, aquí estoy —le susurro, pero su dolor parece intensificarse aún más. Dios. Joder, no puedo sentir más que dolor al ver sus ojos llenarse de lágrimas. Ella presiona sus uñas en mis brazos y tengo que ahogar un chillido, sin embargo, por mí está perfecto que me utilice para apaciguar su dolor.

— ¡Ya he llamado a la ambulancia! —escucho exclamar a Paco. Mi corazón vuelve a latir con rapidez y puedo sentir cómo el aire me empieza a fallar.

—Todo estará bien, Lía —hago un esfuerzo por hablar, mientras ella entierra con más fuerza sus uñas en mis brazos —, estoy a tu lado —jadeo, a causa del dolor.

—No sabes cuánto te odio —ella gruñe —, ¡por tu culpa estoy aquí, hijo de puta! —ella empieza a llorar y continúa maldiciendo, una y otra vez. Ni siquiera me inmuto por sus palabras pues sé que intenta desahogarse de todo el dolor que está sintiendo justo ahora.

De la ambulancia bajan tres paramédicos, que rápidamente se encargan de subir a Lía a una camilla y por un momento, mientras empiezan a subirla en la ambulancia y no me dejan ir detrás de ella experimento un terror cegador.
—¿Qué haces? —le espeté al paramédico que bloqueaba mi camino hacia la ambulancia y hago mi mayor esfuerzo por mantener la calma y no terminar noqueando al imbécil — Debo estar con ella.

El hombre no se mueve, parece decidido a no dejarme pasar. Gran error, no tiene idea de lo que soy capaz si se atreve a alejarme de Lía.

—¡Luis! —grita Paco, quien está detrás de mí ahora — Deja de chingar. Él es el padre y todos aquí iremos en esa ambulancia, quieras o no.

El paramédico se hace a un lado, mirando con sorpresa a Paco.
—Solo por ti, Paco.

Todos íbamos dentro de la ambulancia, yo deseando que el conductor pudiera darse más prisa. Parecía el viaje más largo en el que jamás hubiese estado. El hospital no estaba a más de seis kilómetros, pero yo sentía que nos estaba tomando una eternidad. Lía seguía gritando a causa de las contracciones, maldiciendo en medio de gritos de sufrimiento. Cogí su mano y enlacé mis dedos con los de ella, ella rápidamente hizo mi mano suya al apretarla con todas sus fuerzas, yo solamente cerraba mis ojos, quería que ella dejara de sufrir, dejara de sentir aquel infierno.
—Estoy aquí —le susurro —, estoy aquí.
Ya le había repetido aquello más de diez veces, pero cada vez que lo hacía sentía la esperanza de estarle dando fuerzas, de ayudarle a sentirse reconfortada.

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