Capítulo 4

4K 285 25
                                    

Maratón [1/?] en celebración de los 6K de votos en "Recuperar... ¿lo que era mío?" Mil millones de gracias.

Cuando el entrenamiento hubo acabado, Ámbar se apresuró a retirarse de pista sin avisarle a nadie, aunque mis ojos no se despegaron de su figura completa mientras se iba.

Mentiría descaradamente si dijera que no me importaba o que no me daba curiosidad su forma de comportarse.

En realidad... las ganas de seguirla estaban comiéndome el cerebro. Y el corazón también.

—Felicidades, chico fresa —Luna se acercó a mí y me depositó un beso en la mejilla—. Patinaste de maravilla.

—Ni siquiera patiné tanto —dije confundido. ¿Luna en serio estaba mirándome?

—Pues lo poco que hiciste te salió perfecto.

—Como siempre —sonreí yo con egocentrismo.

La vi rodar los ojos con diversión. Y luego tomó mi mano para guiarme hasta los lockers donde ambos comenzamos a guardar nuestras cosas y prepararnos para volver a nuestras casas.

—¿Y si voy a cenar hoy a tu casa? —pregunté espontáneo dándome cuenta que nunca había cenado con sus padres.

Lo cual era raro, tomando en cuenta que llevábamos ya mucho tiempo de relación. Ella apretó sus labios, luciendo poco de acuerdo con mi propuesta.

—A cenar no —rechazó ella.

—¿Por qué? —cuestioné sin saber sus razones.

—Porque no —me respondió luego de pensarlo mucho—. Si quieres podemos terminar de ver la película del otro día.

No me miraba; había aprendido —después de mucho tiempo— que Luna hacía eso siempre que debía explicarme algo pero no quería. Pero en vez de volver a ir sobre ella para preguntarle, sólo decidí dejarlo pasar. Para no poner incómoda a mi novia.

—De acuerdo —acepté—. Voy a intentar no quedarme dormido.

Ella rió levemente, y cuando estuvo lista tomó sus pertenencias y se fue. No sin antes darme un beso y decirme un "hasta luego, Matteo."

Y ya.

No nos decíamos apodos cursis como cualquier otra pareja. Como los que tenía con... Ámbar. Ahora que lo pienso, siempre la había llamado "Chica Delivery". Y eso no tenía nada romántico, pero tenía un significado especial. Eso era lo que siempre había pensado y sentido.

Minutos después de que Luna se marchara, decidí volver también a mi casa para prepararme antes de nuestra reunión en la mansión Benson.

Para volver a mi casa, yo solía tomar un taxi ya que odiaba que papá mandara una de sus limusinas para recogerme, y luego bajaba a una cuantas cuadras antes de llegar a mi hogar. Sin embargo, ese día me sentía con ánimos de caminar un poco antes de volver, y así lo hice.

Iba pensando en Luna, como casi siempre, y sólo podía sentir que la quería tanto. Me gustaba mucho, desde el primer momento en que la vi. Y aunque tanto ella y yo teníamos fallas, me gustaba el hecho de que ambos poníamos de nuestra parte para mejorar.

Pero a veces... a veces yo era un gran cabrón. Algunas veces, cuando la besaba, por instantes confundía el sabor de sus besos con los de Ámbar. Y a veces, cuando nuestros ojos chocaban, me confundía que los de ella fueran verdes y no azules. Era extraño, pero trataba de borrar esas reacciones al instante.

Es por costumbre —me decía a mí mismo—. Cuatro años de relación no se olvidan en meses.

Quería convencerme de eso.

Y mientras atravesaba el parque más cercano del Roller, me detuve en seco.

Justo frente a mí se encontraba Ámbar... con Simón.

Estaban platicando, ella se notaba triste y él... parecía estar apoyándola.

Un nudo se formó en mi pecho, e hice mi mano derecha un puño. Me sentía... molesto. ¿Por qué?

Nuestro reino no ha caído || MambarWhere stories live. Discover now