Capítulo 15

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Maratón [2/?]

—Vamos, es fácil —animó.

—Tu s-sai —volvió a intentar.

—Tu sei —la corrigió sin poder dejar de sonreír.

—Tu sei irl miglouire —habló rápido y toscamente.

Matteo rió tan fuerte que su carcajada habría podido despertar a la señora Sharon que dormía en su cuarto, a pesar de que ellos estaban sentados en el patio de la mansión.

—¿Qué? —preguntó tratando de calmarse—. ¿Qué acabas de decir? Lo has hecho más difícil.

Ella estaba roja hasta las orejas, pero también sonreía mientras miraba el rostro aniñado de su novio. Su acento había mejorado.

—Perdoname por no ser italiana.

—Vale, escuchame, con pausas.

—Bueno.

—Tu sei —dijo lento.

—Tu sei —repito.

—Il.

—Il —de nuevo.

—Migliore —concluyó.

—Migliore —ella igual.

—Ahora completo.

—Tu sei il migliore —dijo con una pronunciación casi perfecta.

—Molto bene! —exclamó el chico emocionado—. Siento que ya podemos escaparnos juntos a Italia.

Ella rió ante el comentario del chico y lo abrazó con fuerza.

—Qué buen maestro personal me conseguí —jugó—. Por cierto, ¿qué dije?

—Que somos una pareja muy bonita —rió, Ámbar iba a morirse cuando supiera la verdad.

Una sonrisa estaba pintada por completo en mi rostro. Los recuerdos a veces sabían a gloria.

—¿Recordás cuando te enseñaba italiano? —le pregunté sonriente.

Ella abrió sus ojos y me miró, sonriéndome igual.

—Cómo olvidarlo, maldito bugiardo —replicó—. "Que somos una pareja muy bonita".

Reí de nuevo.

—Eras tan tierna intentando pronunciar bien las cosas.

—Pasé la mayor vergüenza de mi vida cuando se la dije a tu papá —la vi cubrirse la cara, azorada.

Y cómo no, había llegado a mi casa sintiéndose una italiana en toda su extensión, y cuando le dijo aquello a mi padre (porque era lo mejor que podía decir sin trabarse) para darle a entender que estaba de acuerdo con él (que pensaba que nos veíamos muy bien juntos). La expresión de mi progenitor valía oro, y la de ella un huerto para ponerla junto a los tomates mas maduros cuando supo que acababa de decirle un cumplido poco usual a mi papá.

—Sólo fue un cumplido.

—¿Tenés idea de cuántas veces lo dije frente a mis amigas para presumirles la gran pareja que éramos? Menos mal que lo que tienen de italianas lo tienen de humildes —jugó.

Al parecer la cita estaba teniendo un ritmo más agradable que hace unos minutos atrás.

—A veces siento... —empecé a hablar sin pensarlo o planearlo—... que te extraño más de lo que tengo permitido.

Procesé mi frase cuando ya no podía hacer nada más que abofetearme mentalmente. ¿Acaso puedo ser más estúpido?

Ella no dijo nada, y cuando giré a verla su cabeza estaba gacha, y no sonreía más.

—Sólo te estás confundiendo —dijo en voz baja, como si quisiera evitar que la escuchara.

—¿Qué decís? —fruncí el ceño—. Puedo ser un idiota, pero no estoy confundido.

—Claro que sí. Estás confundiendo algo tan fuerte como "extrañar" porque sentís lástima por mí.

—Que no, Ámbar. No siento lástima.

Ella me miró por fin, con sus bonitos ojos azules, sólo para examinarme, quieriendo encontrar una mentira inexistente.

—¿Y qué querés hacer?

Tragué en seco. Y empecé a temblar.

Nuestro reino no ha caído || MambarOnde histórias criam vida. Descubra agora