Capítulo 21

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—¿Querés algo de comer? Le puedo pedir a Amanda que suba algo para nosotros? —escuché que me decía ella cuando acabábamos de llegar a la mansión.

—No, dejalo así; sólo quiero acostarme en tu cama, el colchón es muy cómodo —le dije.

—¿Preferís mi cama antes que la tuya?

—Vamos, como si no te gustara tenerme ahí —susurré con altanería acercándome a ella.

—Sos un maldito cerdo pervertido —rió y me golpeó el hombro amigablemente—. Vamos, tengo que cambiarme la ropa húmeda por el sudor.

—¿Puedo estar presente cuando lo hagas? —pregunté con inocencia en mi voz.

—¡Matteo! —regañó.

Solté una carcajada y comencé a subir tras ella; al llegar a su habitación e ingresar, ella tomó rumbo hasta su armario y luego se metió a su baño personal para poder vestirse.

Yo sólo me dejé tirar en el cómodo colchón de su cama, sonriendo inconscientemente por lo bien que estaban yendo las cosas con Ámbar. Era bueno tener de nuevo esa confianza entre ambos, y compartir esa clase de momentos en los que yo fingía ser la perversión en persona, y ella fingía creerme.

Me gustaba molestarla desde siempre con cosas como aquellas, aunque a pesar de haber sido novios mucho tiempo jamás me aproveché de ella y nunca le falté el respeto como mujer.

¿Por qué estoy pensando en esto?

—¿Qué te tiene tan sonriente? —la escuché preguntarme.

Me incorporé levemente al escucharla sólo para sonreírle más ampliamente.

—En nada.

—Pues "nada" debe ser muy divertido para hacerte sonreír así.

Ella se acercó hasta donde yo estaba, y se sentó a mi lado; yo podía oler su perfume que se había vuelto a poner en una leve cantidad.

—En realidad —dije sin poder evitarlo—. Estaba pensando en vos.

—¿En mí?

—Sí —sentí su cuerpo recostarse junto al mío en el colchón.

—¿Y en mí por qué?

—Porque me parece bueno que vos y yo estemos recuperando la confianza de antes; vos sabés...

—Sí, entiendo —murmuró.

Giré levemente mi rostro para observarla. Verla de cerca era algo que me gustaba hacer, apreciar los bonitos rasgos de su cara; ella miraba al techo como si éste tuviera algo interesante.

—¿Cómo van las cosas con Luna? —preguntó después de un rato en silencio.

—Bien —mentí—. En realidad no lo sé.

—¿Por?

—Las cosas son... complicadas.

—Verás cómo solucionan sus problemas.

Yo quise reír, porque antes nunca habría esperado esa respuesta de su parte; pero es que los problemas con Luna eran cada vez más grandes que me agobiaban, y sabía que Ámbar estaba equivocada.

—En realidad no sé si quiero seguir con ella —me sinceré.

—¿Qué? —había incredulidad en su voz.

—Es algo que he venido pensando hace unos días; ya no me siento feliz a su lado.

—¿No la quieres?

Miré a los ojos azules que me miraban interrogantes, y estos me transmitieron confianza. Era mi mejor amiga, y yo podía contarle todo porque no iba a juzgarme; nunca antes, aún teniendo oportunidad, Ámbar me me había juzgado. Y sabía que no iba a hacerlo ahora.

—Claro que la quiero —dije honesto—. Le tengo mucho aprecio por enseñarme a ser una mejor persona, pero no la amo, y estoy seguro de que ella no me ama a mí.

—¿Cómo estás seguro de eso?

—Pues... hace un tiempo oí a alguien decir, que cuando una persona realmente te ama, te acepta con todos tus defectos juntos. Y yo he tenido que cambiar de identidad para sentir que Luna me quiere; pero cuando quiero ser el chico engreído que me hace sentir seguro, ella se molesta. No le gusta que me equivoque, y yo soy alguien que tiende a meter la pata muy frecuentemente. Y eso no puede ser amor.

—¿Y por qué vos decís que no la amas?

—No puedo amarla si... —pensé bien antes de decir otra cosa—. Si siempre estoy deseando que sea igual a otra persona.

Ella me miraba atenta, y a la vez confundida, sin saber que yo acababa de confesar en voz alta algo que muchas veces sólo había permitido sonar en mi mente y que el corazón estaba latiéndome en la garganta.

—Vaya —murmuró—. Qué lío.

—Lo sé.

—¿Y qué pensás hacer?

—No lo sé. De momento creo que sólo esperar, para ver si de alguna forma los problemas se solucionan. Aunque lo dudo.

Sentí que ella entrelazaba una de sus manos con la mía, y luego un escalofrío agradable recorrer mi cuerpo.

—Tranquilo —me dedicó una sonrisa—. Pase lo que pase, sabés que yo voy a estar contigo.

Y vaya que sabía que lo que decía era cierto.

Nuestro reino no ha caído || MambarWhere stories live. Discover now