Epílogo

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Sentado junto a mi ventana, reviviendo momentos de mi pasado, me doy cuenta de lo mucho que crecí emocionalmente luego de la muerte de Ámbar. Su carta había sido por mucho la única razón por la cual me animé a salir de la seguridad de mi cuarto y con el tiempo la depresión fue disminuyendo. Esta claro que aún hoy en día, después de casi cincuenta años de su partida, aún me sigue doliendo el haberla perdido. Y aún cuando logré formar mi propia familia, yo continuaba preguntándome cómo habría sido mi vida si mi familia la hubiese formado con Ámbar.

Aún así, era feliz; logré hacer muchas cosas. Si se preguntan qué fue lo otro que Ámbar dejó metido en el sobre junto a la carta, fue una copia de su testamento en el que dejaba toda su herencia en mis manos. Me había negado a aceptarla, pero la señora Sharon evitó que se la devolviera diciendo que Ámbar dejó todo en mis manos porque sabía que yo utilizaría de manera correcta el dinero.

—Dijo que sería como usar ella misma su dinero —aseguró.

Me gusta pensar que así fue. Con mi dinero y con el suyo, logré convertirme a temprana edad en uno de los más grandes jóvenes millonarios de Buenos Aires. Estudié una carrera de administración de empresas, y luego me convertí en un excelente gestor de negocios.

Con el dinero que producía, me encargué de construir una nueva pista de patín, puesto que el Roller había caído en manos de Gary y con el tiempo se fue a la ruina. Una lástima, porque amaba el lugar. Intenté convencerlo de venderme la propiedad, pero antes de poder hacerlo él mandó a demolerlo. Está de más decir que la más ofendida fue Luna, y casi le da un infarto cuando supo la noticia.

El nuevo lugar que construí, se volvió muy popular al poco tiempo de terminar su construcción. Decidí ponerle Our Kingdom en un tributo silencioso a Ámbar y a mí en nuestros mejores años. Niños y grandes venían a visitar, incluso la noticia llegó a oídos de mis antiguos amigos, quienes también llegaron a conocer la pista el día de la inauguración. Mi novia, Corine (que tal como lo pidió Ámbar no era mexicana, sino argentina, y en vez de morocha era pelirroja), también fue a verme cortar el listón.

—Has hecho una franquicia —me dijo Simón, con quien había logrado entablar una amistad.

—Creo que es hora de enseñarle a los novatos cómo se hace esto —jugó Gastón.

Y sí, todos nosotros, por más adultos que fuéramos, entramos a patinar, volviendo en el tiempo y transformándonos en los adolescentes que fuimos. Corine no patinó, pero creo que a ella y a todos les llamó la atención el cartel en el cual estaba plasmada una foto de Ámbar con sus patines en el Roller.

—¿Quién es ella? —preguntó con curiosidad después, cuando estábamos comiendo aperitivos con el resto de chicos.

—La reina de este lugar —respondió por mí Yam.

Años después me casé con Corine, y tuvimos dos hijos: una niña y un niño. Ese par de diablos amaban patinar y yo fui su maestro.

También logré hacerme famoso por la música que hacía, pues Ámbar sabía de mi sueño artístico y estaba claro que era una meta que esperaba que cumpliera. Con esa nueva fuente de ingresos, decidí hacer una fundación para dar dinero a los hospitales y poder ayudar a personas convalecientes para recuperar su salud, y una más para ayudar a las personas sin hogar.

Me volví respetado, y creo que definitivamente el mundo no va a olvidarme.
También le construí una estatua a Ámbar en una parte del parque, y debido a las historias que le contaba a los que visitaban Our Kingdom, todos le llevaban flores. Definitivamente el mundo no iba a olvidarla a ella tampoco.

Me doy cuenta de lo feliz que fui ayudando a otros de manera honesta, y de las muchas cosas buenas que hice. Cumplí mis sueños junto a mis amigos, y viví una vida plena de risas, anécdotas y aventuras por el mundo. Les di a mis hijos un padre ejemplar y aunque mi esposa nunca pudo ocupar el lugar de Ámbar en mi corazón también le di lo bueno que me quedaba, y me gusta pensar que también la hice feliz. Agradezco que haya comprendido mis razones y que le haya mostrado siempre respeto a Ámbar, además de darme su apoyo cuando los días difíciles (cómo el cumpleaños de Ámbar, el antiguo día de nuestro aniversario, el día de su muerte, navidad, etc.) llegaban, y yo debía ir al cenenterio para dejarle flores y demostrarle a la rubia que a pesar de los años nunca la había olvidado.

Sentado junto a mi ventana, reviviendo mi pasado, me siento orgulloso de mis logros y de las cosas buenas que me trajo la vida. Y es así, con paz y alegría, que comienzo a cerrar mis ojos sin ser consciente de que no volveré a abrilos. Al menos no frente a Corine.

Amore —escucho que me susurran—. Despertate, maldestro.

Abro mis ojos, y me topo con el rostro del más precioso de los ángeles; ella se ve preciosa y sus ojos junto a su perfecta sonrisa hacen que mi corazón se estruje y que las lágrimas corran por mis mejillas debido a la alegría.

—Ámbar —susurró.

Ella me calla con un beso; el más glorioso beso que alguna vez en mi vida pude haber dado.

—Shhh, todo está bien.

—¿Ya me morí? —pregunto entre alarmado y confundido viendo cuánta luz había en ese lugar.

—Sí —respondió sonriente—. Pero no ocurre nada malo; estamos juntos. Al fin. Y luces tan guapo como siempre.

Me miré las manos y a pesar de morir casi a los setenta me doy cuenta que he vuelto a la edad que tenía el día que Ámbar murió.

—¿Cómo--

—Adquieres el aspecto que tenías en, lo que consideras, tus mejores años.

Y vaya que mis mejores años habían sido esos, cuando estábamos juntos. Pensar que al fin volvíamos a estarlo, me hacía tan feliz.

—Te amo —dije abrazándola.

—Y yo a vos —respondió y luego me dio un nuevo beso—. Pero ya vámonos, se nos hace tarde; cumplí mi promesa y guardé tu trono. ¿Venís o no?

Verla frente a mí, con su mano extendida hacia mí y su rostro lleno de pureza y ternura, me causó un regocijo enorme.

—Sí —respondí y tomé su mano dejando que me llevara, porque las costumbres perduraban siempre y Ámbar seguía siendo la única chica a la que nunca había podido decirle que no.

[☆]

well, aquí está mis amores, lxs amo mucho.

Nuestro reino no ha caído || MambarWhere stories live. Discover now