Capítulo 10

3.4K 262 51
                                    

Platicamos mucho rato más; yo intentaba distraerla del tormentoso desastre que hace minutos atrás ambos habíamos presenciado.

Me sorprendí a mí mismo, notando cientos de veces, lo brillante que era su sonrisa cuando yo se la provocaba.

Era... especial.

Aquella noche nada había ocurrido como lo había planeado; pero bien dicen que algunos imprevistos siempre son mejores. Ámbar estaba resultando ser una sorpresa realmente agradable.

Charlar con ella era como regresar el tiempo; no tenía idea de qué estaba ocurriendo en su vida como para volverla tan agradable nuevamente; como cuando la conocí.

—Ámbar, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Sé que vas a preguntar aunque te diga que no; así que sí.

—¿Estás bien?

Sus ojos azules me miraron confundidos.

—Claro; he tenido esos ataques varias veces y nunca es nada fuera de lo común.

—No, no me refiero a eso —dije—. ¿Tú estás bien?

La miré con profundidad esperando su respuesta.

—No comprendo —mentía.

Yo sabía que ella mentía en eso.

—¿Pasa algo con tu madrina? ¿Te ha tratado peor últimamente? Te veo más delgada, pálida. Actúas con nerviosismo casi todo el tiempo; sé que algo está pasando en tu vida, algo te golpeó muy duro como para que ahora hayas cambiado tanto.

La vi tensarse; apretó su mandíbula con fuerza, al igual que sus puños. Sus ojos ahora me miraban con molestia.

—No —dijo—. No sabés nada, ¿cómo podés saberlo? Me dejaste sola desde hace meses por una nenita que tiene la cabeza en un mundo diferente a este en el que estás vos; no tenés idea de nada sobre mí —sentenció.

—Ámbar —la llamé con cuidado.

Ella bajó la mirada y encogió sus piernas para abrazarse a sí misma.

—Tengo sueño, Matteo —murmuró—. Así que, por favor, andate.

—Pero--

—Hasta mañana —y comenzó a prepararse para dormir.

Yo me levanté de donde estaba sentado y me acerqué hasta ella. Fue un impulso, algo inconsciente de mi parte, pero cuando estuve cerca de ella le acaricié el cabello con cuidado y luego le besé una de sus mejillas.

—Adiós —le susurré al oído.

Y luego salí de la habitación; claro que con muchas dudas.

Sabía que, por más que me doliera, ella tenía razón. Yo no tenía derecho de involucrarme en su vida así como así después de haberla abandonado; aún así no podía reprimir mis deseos de ayudarla. Pensé al principio que era sólo por los recuerdos del pasado que me estaba abordando, aunque en el fondo siempre supe que había algo más.

Bajaba las escaleras inmerso en mis pensamientos que, cuando llegué a la planta baja, no me di cuenta que Luna me estaba esperando. Hasta que me llamó.

—Matteo —en su voz había un tono preocupado.

La miré, Simón aún seguía ahí con ella. El mexicano me miró con pena, y yo con rabia, recordando que esa misma tarde había estado con mi ex novia.

—Yo mejor me voy —dijo incómodo Simón.

—Te acompaño —dijo su mejor amiga.

—Ah, encima —solté yo involuntariamente con sarcasmo y rabia.

—Así está bien, Luna, neta.

—¿Seguro?

—Sí, habla con Matteo —le sonrió—. Nos vemos.

Después de eso sólo se fue y mi novia y yo nos quedamos solos.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Sí, claro. Siempre me ha encantado que las personas me hagan viajar en vano, sobretodo si me dejan plantado; la sensación a humillación es mi favorita.

—No vives tan lejos —fue lo único que salió de su boca.

—Ni siquiera sabés dónde vivo —respondí tranquilo encogiéndome de hombros como señal de indiferencia.

Ella se sonrojó.

—Oye, perdón. En serio que cuando mi mamá nos mandó al supermercado a Simón y a mí el tiempo se me pasó volando; no me di cuenta de qué hora era y--

—Es más fácil que digas que te olvidaste de nuestra cita y ya. Las excusas me marean.

—No te pongas así, chico fresa. En serio perdón.

—Dejalo así, ya me tengo que ir. Nos vemos mañana.

—Pero--

—Luna, no hagas que mi humor se ponga peor. Tengo flojera de pelear ahorita, y más si es con vos.

Si dijo algo más, yo ya no lo supe, porque apenas terminé de hablar me di la vuelta y salí de la mansión.

Nuestro reino no ha caído || MambarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora