Capítulo 6

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[Maratón 3/?]

—Los extraño, Matteo. A veces quisiera que hubiesen podido llevarme al menos a uno de sus viajes.

—Pero... si estuvieras más tiempo con ellos, estarías menos tiempo conmigo—mencionó ingenioso para hacerla sonreír.

Eso claramente funcionó, pues al instante la chica sonrió con mucha gracias.

—Gracias —dijo abrazándolo con fuerza.

—De nada, mio cuore —respondió besando su cabellera rubia.

Cuando fue hora de ir a ver a Luna, yo me sentía incómodo y turbado. La escena en el parque con Simón se seguía repitiendo una y otra vez en mi mente.

La sonrisa de Ámbar estando con Simón me provocaba una sensación de molestia. Porque esa sonrisa era... real. Ella realmente se sentía mejor estando con Simón.

Y me molestaba saber que antes yo era el que la ayudaba y estaba con ella. Simón no podría compararse conmigo jamás; Ámbar no confiaba en él como confiaba en mí, y por lo tanto ellos no podrían formar un vínculo tan fuerte como el nuestro. ¿Cierto? ¿¡CIERTO!?

—Vos ni siquiera deberías estás pensando esto —me reprendí mientras me veía en el espejo.

Terminé de acomodar mi ropa y salí de mi casa. Tomé un taxi con rumbo a la mansión Benson; todo el trayecto la pasé nervioso, me sudaban las manos y me picaba la garganta.

Me sentía como la primera vez que pisé aquella casa gigante; recuerdo que deseaba regresarme porque la señora Sharon siempre me había dado demasiado miedo. Reí internamente al recordar aquella experiencia tan traumante y divertida.

Cuando el vehículo se detuvo frente al lugar, pagué y me bajé no sin antes agradecerle al conductor por haberme traído. Toqué el timbre, esperando que me atendieran, olvidando que yo no tenía derecho de entrar por esa puerta si no iba a ver a Ámbar.

Quise darme la vuelta para entrar por la puerta de empleados —que era la única entrada que tenía permitida—, pero la principal se abrió.

Mi corazón dejó de latir un segundo, y luego empezó a ir a una rapidez incontrolable al verla frente a la puerta, con un vestido blanco muy bonito que le daba la imagen de un hermoso ángel.

"Recuerda, es uno de esos que han caído".

—¿Venís a ver a Luna? —preguntó Ámbar sin mucho interés.

—Sí —respondí.

—No está —e intentó cerrar la puerta, pero yo la detuve.

—¿Cómo que no está?

—Acaba de salir hace como una hora con Simón, y no ha regresado —informó.

Me sorprendí mucho. Revisé mi teléfono para ver si Luna me había avisado que no se encontraba ahí, tal como la rubia frente a mí decía. Deseaba creer que, como siempre, me estuviese mintiendo, porque mi orgullo acababa de recibir un buen golpe.

—¿No me creés? —sonrió con sarcasmo—. No tengo interés en mentirte, Matteo.

Quiso volver a cerrar la puerta, pero volví a detenerla.

—¿Puedo pasar? —fue mi último recurso.

No iba a quedarme fuera del lugar solo como un vagabundo sin hogar. Que Luna me hubiera dejado plantado era muy humillante para mí. En especial porque se había ido por Simón.

Vi a Ámbar mirar al interior de la casa, hacia el comedor. Luego me miró de nuevo; nuestros ojos se mantuvieron conectados a cada momento.

—Bien —accedió abriéndome paso a su casa una vez más—. Pero si mi madrina pregunta algo, dejá que yo responda.

—Va bene.

—No hablés en italiano —regañó y yo no supe porqué...

Pero sonreí.

Nuestro reino no ha caído || MambarOù les histoires vivent. Découvrez maintenant