Capítulo 29

1.9K 133 40
                                    

FINAL 1/2

Luego de aquél horrible día, en el que tuve que despedirme de Ámbar, yo volví a mi casa donde mi papá me esperaba con sus brazos abiertos. Me permitió llorar en su pecho como pocas veces había hecho cuando niño, y me aseguró que todo estaría bien.

Yo no lo creía así.

En realidad sentía que la vida realmente se me iba, y lo único que deseaba era encerrarme en mi habitación para sumergirme en mi propia miseria.

Y así lo hice. Permanecí encerrado quizás 3 días, sin poder dormir bien, y sin poder comer. No recibí visitas de nadie, ni siquiera de Gastón, y sólo lloraba hasta que los ojos me pesaban o las lágrimas se me secaban.

Me hundí en una depresión de la cual pensé que nunca saldría, y es que sin Ámbar realmente era difícil ver un futuro feliz. No quería vivir en un mundo donde Ámbar Smith no estuviera conmigo.

Claro que debía acostumbrarme, porque la muerte era la única cosa que no tenía arreglo alguno; y Ámbar Smith estaba muerta, por mucho que me pesara aceptarlo.

—Somos cómplices los dos —canté, esperando que mi voz la acompañara la de mi reina—. Al menos sé que huyo porque amo.

—Necesito distención —me respondió en cambio una voz completamente diferente a la que esperaba—. Estar así despierto, es un delirio de condenados.

Me mantuve en silencio, sabiendo quién era la persona tras mi puerta.

—Andate, Luna —le pedí sin ánimos de nada.

—Quisiera poder hablar contigo —murmuró.

—Quiero estar solo.

—Por favor —me pidió—. Sólo será un momento, te lo juro, y luego me iré.

Medité un segundo aquello, y luego, impulsado por el correcto conocimiento de que su terquedad la haría quedarse frente a mi puerta todo el día de ser necesario, le abrí.

Verla de nuevo frente a mí, con su rostro tan expresivo como siempre, no me provocó nada; reafirmé que lo que sentía por Luna había desaparecido hace un tiempo, y ahora sólo quedaba el recuerdo de nuestra relación. No había ningún sentimiento concreto, pero me sentí agradecido cuando guardó silencio, y esperó a que la invitara a pasar.

—¿Qué querés? —pregunté tosco sin pretenderlo.

—Yo... —la vi sonreír nerviosa—. Estoy saliendo con Simón.

—Vaya, felicidades, supongo —dije—. Aunque eso en realidad no me deja claro la razón por la que estás aquí.

—Quería contártelo —se acomodó un mechón de cabello tras la oreja—. Y no vine sólo por eso, pasa que... en realidad, venía a disculparme.

—¿Disculparte?

—Sí.

—¿Y por qué?

—Por... por todo, en general, creo.

—Creo que me gustaría que fueras más específica —relajé el ceño que momentos antes fruncía, y la miré con interés.

—Seguro. Me refiero a todo lo que pasó las últimas semanas de nuestra relación —aclaró, y ahí comprendí—. Sé que no me porté bien contigo y... tampoco con Ámbar.

—Dejalo así —pedí—. Ya pasó.

—No, Matteo, necesito sacarlo —respiró profundo, y luego siguió hablando—. Lo estuve pensando mucho, y me di cuenta de que en todo nuestro noviazgo nunca puse tanto de mi parte como tú de la tuya, no fui una buena novia, quiero decir, rechazaba tus propuestas para pasar tiempo juntos aparte de la pista, y nunca quise presentarte a mis padres porque me daba pena.

—Esto en serio no es necesario —murmuré incómodo.

—Suena feo, ya sé, pero es cierto. Y quería pedirte perdón porque nunca tuve el derecho de reprocharte nada y si lo hice fue por egoísmo, por no verme antes de juzgarte, y por celos.

—¿Celos?

—El día de las fotos yo... fue como volver en el tiempo, Ámbar y tú siempre fueron increíbles juntos, ella era hermosa y tan talentosa que combinaba tan bien contigo; tú y ella, tenían algo tan especial, se conectaban bien, y siempre existió entre ustedes una complicidad única que jamás pudo surgir entre tú y yo; siempre me sentí insuficiente comparada con ella, y era un problema mío que me torturaba a mí. Dejé que mis inseguridades mataran la magia que teníamos y que nunca noté, pero sabía que tarde o temprano ella y tú estarían juntos de nuevo.

—Por si no lo has notado, Luna, eso ya es imposible —la corté.

—No he pasado por lo que estás pasando, y realmente lamento tu pérdida, pero quiero decirte que debes superarlo; debes salir al mundo, Matteo, porque no puedes perderte las cosas de ahí afuera.

—Yo no quiero un mundo sin Ámbar —dije sintiendo cómo mis ojos se llenaban de lágrimas nuevamente—. No tenés idea de cómo me siento, así que, por favor, no me des consejos que no me sirven.

La escuché suspirar con fuerza, y luego se acercó a mí para poner su mano en mi hombro.

—Lo que no te sirve es aferrarte a rechazar la ayuda que todos te ofrecemos; queremos verte bien, y todos lamentamos la muerte de Ámbar aunque sabemos que ningún sentimiento se compara al tuyo; sé que jamás podré lamentar la muerte de Ámbar tanto como la lamentas tú. Te entendemos, Matteo, y queremos ayudarte. Pero no podemos hacerlo si tú no nos dejas.

—Quiero estar solo, si no te importa —le dije, cansado de la situación—. Gracias por tus consejos, Luna.

—¿Sabes? Lamento mucho haber insinuado el otro día que lo de ustedes era algo superficial, me queda claro que lo suyo era un amor más allá del que yo hubiera podido imaginar, siempre fueron los reyes de la pista, y realmente merecían lo mejor. Ahora, antes de irme, quiero que sepas que te aprecio, Matteo —no esperaba que dijera eso—. Me diste buenos momentos y quisiera verte feliz. Sé que por tu situación es difícil, pero aún eres el rey de la pista, y el rey no conoce imposibles. Deberías darle oportunidad a la vida, estoy segura que te depara sorpresas increíbles.

—Gracias —dije perplejo.

—Te deseo lo mejor, espero que encuentres la luz que te guíe, y que al igual que yo sepas que siempre vuelve a salir el sol.

La vi sonreírme; acercó su rostro al mío para darme un beso en la mejilla, y luego sin más se fue.

[☆]

cerrando ciclos con luna valente.

holis, lxs amo.

Nuestro reino no ha caído || MambarWhere stories live. Discover now