Capítulo 14

3K 232 26
                                    

Maratón sólo porque yo digo jajaja [1/?]

—¿Qué tenés?

—Nada —balbuceó.

—¿Estás nerviosa?

—Un poco —confesó.

—¿Nunca habías tenido una cita antes?

—Nadie se interesaba en mí tanto. ¿Y vos?

—Tampoco. Gracias por ser mi primera cita, Ámbar; haré este el mejor día.

—¿Qué tenés? —volví a hacerle la misma pregunta por quinta vez desde que habíamos salido de la mansión.

—Nada —me contestó de nuevo.

Hubo un silencio sepulcral entre ambos. Ya había imaginado que algo como esto podría llegar a pasar, porque... pues éramos ex novios y antes nos odiábamos.

Tampoco podía pretender que Ámbar de un momento para otro comenzara a actuar como si nada, pero me estaba quedando sin ideas.

Aún a pesar de la tensión, yo no podía evitar mirarla con insistencia de manera constante, haciéndola sentir incómoda —claramente— muy incómoda.

—Te ves muy bonita —me atreví a decirle por primera vez en la tarde, en un halago.

Ámbar, al escuchar lo que había dicho, me dedicó una mirada llena de desconfianza que pude leer con claridad. Sin embargo, aquél gesto desapareció cuando notó que de alguna forma yo también me sentía nervioso. Ella había aprendido a conocerme muy bien y no podría engañarla aunque quisiera.

—Gracias —dijo con una sonrisa—. Vos no te ves mal.

El cumplido me hizo sonreír.

—Gracias —agradecí también.

Luego de caminar por largo rato, por fin llegamos al parque donde yo había decidido llevarla, y tomamos asiento en una de las bancas.

El silencio volvió a hacerse presente y yo me sumí en el trance de los recuerdos.

Estaba perdido en mis pensamientos, recordando la tarde anterior. Tras terminar la llamada, la realidad me cayó como costal de papas en la espalda.

Había invitado a mi ex novia a una cita.

Y eso significaba muchas cosas, como que estaba metiéndome de buena gana (otra vez) a un hueco del cual con mucho trabajo había logrado salirme. Una cita con la rubia sólo significaba peligro.

Y aún sabiéndolo, yo no podía sentirme más que emocionado por lo que de aquella cita podía llegar a surgir. Necesitaba hacerlo porque Gastón tenía razón: la situación ya era demasiado grande hasta para mí.

Mis sueños seguían tratándose de la chica que en estos momentos estaba a mi lado, y todo lo que alguna vez habíamos vivido aparecía una y otra vez en mi mente cuando dormía. Ahora ya no había en mi cabeza nada más que la argentina. Definitivamente la extrañaba, y necesitaba tenerla de nuevo...

Como mi amiga, claro. Yo no tenía interés en rescatar un romance tan tóxico como el que habíamos habían tenido antes, y menos tomando en cuenta la forma tan horrible en que habían terminado las cosas y el odio que desencadenó entre nosotros; pero la amistad que años antes —MUCHOS antes— Ámbar me había ofrecido había significado oro para mí.

Y tal vez eso era lo que yo quería.

—Esto es raro —la escuché decir, saliendo de mi trance—. Hasta incomodo, podría decir.

—¿Cómo?

—Esto, Matteo. ¿Por qué lo estamos haciendo?

—No lo sé —admití—. Pero creo que ambos lo necesitamos.

—Sí, bueno. Tal vez tenés razón.

—Quiero escucharte —dije serio.

—Hola —habló sonriente.

Yo reí. Ella me estaba haciendo reír.

—No así, maldestra.

Non insultarmi —regañó ella, medio en serio y medio en broma.

—Vaya, qué bien manejado tenés el italiano —me burlé por la dificultosa pronunciación que aún mantenía.

—Shhhh, stai zitto —siguió.

—Vaya, aún recordás lo básico.

—Era lo que más utilizaba; aunque siempre mentía —dijo sonriente cerrando sus ojos cuando una brisa de aire golpeó nuestras caras.

—¿Con qué?

—Cuando decía que te cayaras, y que no quería oírte.

—No —dije fingiendo sorpresa—. No te creo.

—Es verdad —rió—. Siempre me ha gustado oírte hablar en tu lengua natal; puedo sentir Italia con la misma fuerza que la sentís vos. Ahí dentro.

Nuestro reino no ha caído || MambarWhere stories live. Discover now