Capítulo 17

2.8K 228 36
                                    

Maratón [4/?]

—Cuéntame un chiste —pidió ella.

Él pareció pensarlo un par de segundos, buscando un chiste "divertido".

—Si una caja va al gimnasio, ¿se hace caja fuerte?

Ella rió con ganas, no por el chiste, que era terrible (como casi todos los chistes de Matteo) sino por la cara que solía poner su novio al contar un chiste esperando causar gracia.

Matteo siempre creyó que lo mejor de todo era encontrar una persona que se riera de sus chistes, a pesar de ser malo en la comedia y que sus bromas dieran más pena que gracia.

Cuando abrí mis ojos ese día, me sentía más optimista que nunca. Estaba de buen humor y definitivamente se sentía genial.

Un día antes había sido mi cita con Ámbar y las cosas habían salido de maravilla. Eso había que celebrarlo. Podría pasar el receso con ella en el Blake o algo por el estilo.

Ya no me sentía enojado con Luna, y hasta podía hablar con ella para alguna cena o tarde de pareja. Qué se yo.

La cuestión es que yo me sentía feliz y nada podría arruinar mi día, o eso pensaba.

Cuando entré a la escuela lo primero que noté fue que todos me miraban con mala cara, parecía como si hubiese hecho un juramento inquebrantable con Lord Voldemort porque todos me mutilaban con la mente, como si hubiese hecho algo imperdonable.

Lo segundo que noté fue que cuando comencé a buscar a Ámbar con la mirada, no la encontré por ninguna parte.

—¿Has visto a Ámbar? —le pregunté a Gastón posicionándome a su lado.

—Hola a vos también —suspiró pesadamente—. No, no la he visto. Creo que no llegó hoy porque normalmente es de las primeras en llegar y ahora ya es un poco tarde según la hora en la que siempre entra.

Aquello no me ponía tan tranquilo. Iba a mandarle un mensaje cuando noté la tercera y última cosa inquietante aquella mañana: Luna estaba frente a mí con su rostro claramente lleno de coraje.

—Por un momento pensé que tú tampoco ibas a llegar. Pero creo que eres menos cobarde que tu compañera —espetó molesta.

—¿De qué h--

—¿Por qué no atendías mis llamadas ayer? —interrumpió.

—Estaba ocupado.

—¿Ocupado en qué?

Alcé mi vista, notando que estábamos afortunadamente en una parte de la escuela donde casi no había gente. Los pocos presentes nos veían, hasta que yo lo noté y entonces giraron con brusquedad sus rostros.

—¿Primero me podés explicar a qué se debe tu actitud tan agresiva hoy?

—No te hagas el desentendido, Matteo, por favor —pidió molesta—. Vi las fotos.

—¿Qué? —pregunté comenzando a desesperarme porque no entendía ni mierda—. ¿De qué fotos estás hablando?

Ella sacó su teléfono y la puso frente a mis ojos. En ella nos podíamos ver Ámbar y yo sentados juntos en el parque, en el momento en que nuestras manos estaban unidas. Bueno, acepto que aquello no lucía precisamente como una foto de "amigos" pero Luna estaba armando un escándalo innecesario.

—Todo el mundo las vio —informó.

—Ya. ¿Y cuál es el problema?

—No estarás preguntando en serio. Matteo, estuve todos estos días tratando de hablar contigo para arreglar nuestras diferencias y tú sólo me rechazas —guardó silencio, pensando algo—. Ahora entiendo la razón.

—¿Qué razón?

—Pues Ámbar, esa es la razón. Yo pensaba que estabas distanciado de mí por mi culpa, pero ya veo que fue para estar con ella.

Exploté.

—A ver, a ver, a ver. Hasta ahí. No podés estar pensando que entre Ámbar y yo hay algo, o más bien, que yo te estoy faltando como pareja porque en primera estás muy equivocada, y en segunda no tenés ni idea de qué estábamos haciendo ella y yo en el parque —ahora yo estaba armando un escándalo como vieja desesperada—. No podés reclamar nada porque yo NO estaba haciendo nada malo y porque al menos yo NO te dejé plantado frente a mi casa para irme con otra persona en último minuto, tal como te encanta hacer a vos —no quería seguir discutiendo, así que me di la vuelta. Regresé sólo un instante para terminar diciendo—: Y hay otra cosa en la que también te equivocás: si me distancie de vos no fue por Ámbar, fue por tu culpa.

Y caminé apurado hacia mi primera clase, tratando de controlar mi temperamento. Entré al salón que ese día compartía con la rubia de ojos azules, sólo para descubrir que no había llegado.

Oficialmente mi día se ha arruinado.

Nuestro reino no ha caído || MambarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora