30.

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—¡Luz! — Me paralice al escuchar aquello, hace tiempo nadie me llamaba así en realidad años, gire y no era posible, ahí estaba, se encontraba parado, era mi papá.

De pronto la escuela se convirtió en un bosque, no entendía que pasaba, mis pies empezaron a andar sin que yo tomara el control, sentía un aura familiar en este lugar pero no recordaba nada.

Papá me sonrió y empezó a caminar hacia mi, sonreí y no pude evitar aquella lágrima que descendió por mí mejilla.

—Te dije que te quedarás a la vista hija — decía mi papá pero no era a mi, camino hasta pasarme como si de un fantasma tratase.

—¡Ese no es el chiste! Si me quedo a la vista me encontrarás rápido — me gire encontrándome a mi yo pequeña —, aprende a jugar escondidas papá.

—Se jugar, renacuajo, pero hablo de que no te vallas muy lejos de la cabaña...

—La cabaña — deje de escuchar su conversación y miré a mi alrededor, el bosque me era familiar pues era donde corría de pequeña o ensayaba con mi padre.

Había olvidado por completo la cabaña, hace años no venía por aquí tanto así que la olvide, ¿Seguros igual?, Volví mi mente al lugar y mi padre junto con Luz empezaron a caminar, me tome mi tiempo para procesar todo, era fuerte para mí.

Encontré a mi padre pensando que me llamaba a mi, así era pero a mí yo pequeña, luego apareció Luz, hablaron del juego y otras cosas y finalmente él, la llevaba de la mano a nuestra cabaña.

—Vamos que mamá ya está preparando la comida.

Camine detrás de ellos siguiendo en mi pequeño trance hasta que mi padre menciono aquello, sin poder evitarlo las palabras salieron de mis labios al mismo tiempo que Luz lo dijo.

—Día de carne asada — Luz se emocionó y esbocé una pequeña sonrisa.

Recordaba perfectamente este día fue dos semanas antes de que mi padre muriera, siempre los fines de semana íbamos a la cabaña, mi madre cocinaba, papá y yo jugábamos y luego los tres íbamos al lago.

Pero aquel fin de semana toda la familia se reunió, tíos, tías, primos, amigos de la familia, sus hijos y los abuelos, mamá cocinaba la carne asada y mientras llegaban cada uno traía bebidas o más comida, aquel día fue el mejor fin de semana, siento un nudo en mi garganta al poder olvidado aquel fin de semana, dos días conviviendo con la familia.

Ellos desaparecieron, ahora estábamos en la laguna, una mesa larga y los alimentos en esta, los adultos cocinaban las diferentes carnes traídas y los niños jugaba, al fondo pude ver a un pequeño castaño muy alegre jugando con Luz, se me hacía familiar pero nada, tantos años y simplemente olvide ese día, ¿Que más deje en el olvido?.

—¡Niños a comer! ¡Luego entran al agua! — grito nuestra tía Valentina.

Todos excepto Sarah y su acompañante fueron a comer, ellos simplemente siguieron jugando y platicando, todo iba bien, todos se divertían, comían, jugaban, tiraban tostadas para atraer a los peces, miré a mi alrededor y lágrimas empezaron a descender por mis mejillas.

Tantas cosas ¿Y tenía que olvidar este? Risas, gritos, pistolas de agua y más, empezaron a escucharse cada vez más lejano, me senté en la arena y una pequeña se sentó a mi lado, Sarah.

—¿Como te llamas? — Miré alrededor, ningún adulto o pequeño quedaba más que Luz y yo, la miré ¿Me hablaba a mi? — me llamo Sarah, me gusta tu cabello.

Una Nota Para DosWhere stories live. Discover now