5. Transformación

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Los Vulturis tomaron unas mantas para envolver a Jane y a Alec. Ella protestó pero Aro le explicó que ellos viajaban muy rápido y si no tomaban precauciones, Alec podría empeorar y Jane enfermar. Una vez que estuvieron bien abrigados, ellos los cargaron y comenzaron a correr rumbo a Volterra.

A pesar de todo, Jane comenzó a temblar en brazos de Marcus ya que el frío le atravesaba los huesos. Marcus era frío, el viento frío golpeaba directamente su cuerpo, intensificandose a causa de la velocidad inhumana que adquirían los Vulturis al correr. Jane estaba completamente asombrada y temerosa de que pudieran estrellarse contra un árbol. Quería ver como abandonaban la ciudad pero le era imposible mantener los ojos abiertos. La respiración de Marcus era lenta y tranquila, como si estuviera descansando en vez de estar corriendo con una persona en brazos.

Una vez que se estaba empezando a acostumbrar al frío, Jane sintió que ingresaban en un ambiente menos frío. Abrió sus ojos y descubrió que estaba en un lugar oscuro y frío, apenas iluminado con unas antorchas.

–Esta es la entrada que usamos con frecuencia –explicó Aro.

Marcus la dejó en el suelo y ella miro desolada el lugar. Siguió a los Maestros en silencio, admirando como el lugar era frío e inhabitable para un humano. No había mucha luz, seguía haciendo frío, el suelo se sentía húmedo bajo sus pies, realmente era deprimente. Para su sorpresa, luego de quince minutos aproximadamente, llegaron a una sala iluminada, con una decoración similar a la que tenía en su casa en Florencia. Por un segundo consideró la idea de quitarse la manta y quedarse solo con la capa, pero al existir la posibilidad de atravesar otro ambiente frío, decidió quedarse con ambas cosas puestas.

Al salir de la sala, se encontraron con unos pasillos con una decoración simple y elegante. De la nada, apareció un hombre extremadamente alto, musculoso, de cabello negro y un tono oliva en su pálida piel. Estaba usando ropa gris y era increíblemente apuesto. Al ver los ojos rojos, Jane supo que ese hombre era uno de los famosos guardias de los cuales hablaban los Maestros. El guardia realizó una reverencia a los Maestros y centró su atención en Jane.

-Felix –saludó Aro, recuperando la atención del aludido–, ellos son Jane y Alec –Felix asintió cuando le presentaron a los gemelos y le guiñó un ojo a Jane, haciendo que ella se ruborizara.

–Bienvenida –dijo con una voz grave. Jane lo observó con admiración, sus piernas temblaron y por un momento se olvido de respirar.

–Gracias.

–Ve a buscar a Chelsea y dile que nos espere en la habitación.

–Si Maestro.

Felix desapareció en menos de un parpadeo, dejando a Jane completamente confundida y asombrada por la velocidad que los vampiros podían alcanzar. Los Maestros volvieron a andar y Jane los siguió, tratando de ser tan silenciosa como ellos. Avanzaron hasta llegar a unas escaleras que los condujeron a otro pasillo y más escaleras.

Llegaron a la torre más alta del castillo que contenía una habitacion con paredes cubiertas con tapices blancos, una ventana con pesasas cortinas rojas que impedían que el sol le diera vida al lugar. Marcus encendió las velas y Jane pudo descubrir una gran cama con pieles de animal a modo de mantas. Aro depósito con cuidado a Alec en una mitad de la cama, permitiendo que ella pudiera notar ocho cadenas de metal que se usaban para atar a los criminales. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Jane mientras se preguntaba porque alguien necesitaría cadenas en una cama.

–Aqui estamos. Ya casi podemos comenzar –anunció Aro.

–¿Para qué son esas cadenas?

–Para vuestra seguridad –respondió Caius tranquilamente

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now