Segunda oportunidad

7. Problemas alimenticios

Volterra, 811 d. C.

Pasaron seis meses desde que Alec y Jane se convirtieron en vampiros. Los líderes  Vulturis se encontraban felices y preocupados por sus gemelos brujos. Jane era un motivo de orgullo y preocupación para ellos. A pesar de ser neófitos, ella tenía un gran control de si misma. Su don se manifestaba perfectamente y con cada día que pasaba, ella iba perfeccionando la intensidad del ataque y la distancia que debe haber entre ella y su víctima. Los guardias creyeron que sería una chica fácil de controlar, pero luego de experimentar su don, comprendieron que debían tener cuidado a la hora de tratarla. Ella se encargó de adoptar un aire firme y dominante que provovaba miedo a todo aquel que la veía.

Caius disfrutaba ver sus entrenamientos y la motivaba a continuar ya que deseaba ver hasta donde era capaz de llegar. Aro también estaba feliz al ver sus avances y procuraba complacerla en todo para evitar que los ataques fueran hacía ellos.

Alec era fuente de disgustos y decepciones. El permanecía aislado y no hacía nada para agradar a los líderes Vulturis. El momento de alimentarse era una tortura. Alec pasaba días de abstinencia voluntaria, jamás salía de su habitación por voluntad propia y aún no manifestaba su don. Con cada día que pasaba, él se sumía en una profunda depresión. Su relación con Jane ya no era la misma. A veces parecían ser los hermanos más unidos del mundo, pero había veces en las que parecían ser extraños. A pesar de la distancia que Alec intentaba mantener, Jane permanecía atenta y lo cuidaba desde la distancia. Eso lo había demostrado cada vez que los guardias intentaban molestarlo o burlarse de su aversión a la sangre. Ella siempre amenazaba con torturarlos.

Chelsea, la actual jefa de los guardias, era el eje central que mantiene a la guardia unida. Ella era la encargada de crear lazos de lealtad y evitar que se cuestionen las órdenes de Aro. Con la llegada de los gemelos, se le encomendó la delicada tarea de hacerlos leales sin que se dieran cuenta. Ella pensó que sería una tarea sencilla, sin embargo, Jane era insoportable. Delante de los Maestros era dulce y sumisa, pero cuando se iban, se convertía en la chica más presumida y antipática que había conocido. Su peligroso don la colocaba en una posición superior a la de todos y los Maestros le cumplían todos sus caprichos. Inocentemente, Chelsea creyó que podría ser amiga y aleada de Jane, aunque eso era imposible luego de conocer la doble personalidad de la joven.

Con Alec tampoco tenía suerte. El chico prefería aislarse y su hermana siempre lo cuidaba celosamente. Pero esta vez sería diferente. Chelsea se miro en el espejo y sonrió. La brujita, una forma despectiva de llamar a Jane, estaba reunida con los Maestros en la biblioteca. Era la oportunidad perfecta.

Luego de verse por última vez en el espejo, sonrió complacida con lo que veía. Alec será un bebé miedoso si me rechaza. Chelsea tomó la capa para cubrirse y se dirigió a la habitación del joven neófito. Entró sin pedir permiso y el joven se asustó, poniéndose rápidamente de pie.

–Chelsea, ¿puedo ayudarla en algo? –preguntó educadamente.

–Sí, si puedes –ella sonrió lascivamente y se quitó la capa, quedando en ropa interior delante del tímido e inexperto muchacho, quien instintivamente se cubrió los ojos y le dio la espalda–. Oh no, Alec. No tengas miedo. No te escondas.

–Por favor, cubrase –pidió el, completamente nervioso.

–¿Por qué? Me gustas, quiero que me hagas tuya. ¿Por qué esperar o reprimirnos si estamos solos? Se que tu también me deseas.

–Yo no... –Alec sintió las manos de Chelsea en su espalda y se puso nervioso cuando ella bajó sus manos hacía su pantalón. Él se congeló en el momento y se alejó de ella rápidamente– ¡No!

–Me encanta cuando empiezas a decir no. Eso me enciende más –Chelsea estaba decidida a someter a Alec, crear un lazo irrompible de lealtad hacía ella y hacía los Vulturis–. Se que no tienes experiencia pero yo quiero ser quien te enseñe una de las virtudes de la inmortalidad.