47. Agrandando la familia

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Forks, Washington, Estados Unidos, 1950


Un puma bebía agua del río, ajeno a cualquier posible peligro. La cálida brisa de primavera invitaba a los animales a pasear, abandonando la seguridad de sus escondites para disfrutar del calor de la estación de la hoja nueva.

Con sigilo, Emmett avanzó hacia el puma, calculando la distancia que los separaba antes de saltar. Sin previo aviso, el vampiro saltó y atrapó al puma, ahorcadolo para poder morder su cuello y beber su sangre caliente. El puma luchó por su vida, por desgracia, Emmett fue más fuerte y pudo matarlo rápidamente.

Hacia algunas semanas que la familia Cullen-Vulturi había llegado a Forks. Carlisle fue admitido en el hospital, Esme continuó ocupándose de las tareas domésticas y los jóvenes comenzaron a asistir a una escuela secundaria. Ninguno quería pasar el día rodeado de adolescentes humanos, pero era el precio que debían pagar por haber destrozado una pintura de Carlisle durante una noche de fiesta.

Los días soleados eran escasos en el pueblo lluvioso de Forks, lo que lo convertía en un sitio ideal para mantener una rutina y vida humana.

Con el sol, la piel vampírica comienza a brillar, por lo que era un buen momento para perderse en el bosque y alimentarse de los animales ingenuos que buscaban el calor del sol.

Después de tres días productivos, donde todos quedaron satisfechos con lo que habían cazado, volvieron a su mansión para ducharse y prepararse para volver a la rutina humana. En medio de risas y bromas, todos, excepto Jane, iban distraídos. Un aroma desconocido llegó a sus fosas nasales, obligandola a entrrcerrar sus ojos y concentrarse. Ella jamás fue una gran rastreadora, solía cazar solo a las presas que podía ver, pero estaba cerca de su hogar, así que cualquier aroma extraño era motivo de alarma. Podría tratarse de algún Vulturi desconocido que quisiera ir a buscarlos, algún vampiro solitario o algo peor.

—¿Qué pasa? —preguntó Alec al ver a su hermana sumamente concentrada en algo.

–¿Huelen eso? –preguntó distraída.

–Estuvimos cazando, no podemos oler a rosas –se burló Emmett, ganándose una mirada fulminante de la rubia.

–No me refiero a nuestro olor –replicó–. Es un olor diferente.

—Hay vampiros en la mansión –susurró Esme, quien había captado el aroma al que Jane se refería.

–¿Son los Vulturi? —quiso saber Renesmee. Asustada, tomó la mano de su esposo y le mostró sus pensamientos, en donde se podía ver a unas figuras con capas negras y ojos rojos llevandoselo a él y a Jane.

–No, no son ellos –la tranquilizó Alec.

–Será mejor ver quién esta invadiendo nuestro hogar —sugirió Rosalie.

Sin esperar ayuda de los demás, Jane avanzó en silencio hacia la mansión, dispuesta a luchar y a expulsar a los visitantes indeseados. Abrió la puerta de la mansión y observó el lugar a gran velocidad, buscando algo que indicará la presencia de desconocidos. Detrás de ella, Alec tenía una pequeña niebla escapando de sus manos, lista para expandirla en caso de ser necesaria. Emmett, Rosalie y Carlisle, que adoptaron una postura defensiva, siguieron a los gemelos, dejando a Esme y Renesmee en la retaguardia.

A gran velocidad una joven descendió las escaleras, deteniéndose delante de los Cullen-Vulturi. Jane estaba lista para atacar, pero la sonrisa animada de la joven la confundió por un segundo. La joven en cuestión era pequeña, apenas un poco más alta y curvilínea que Jane, su cabello negro terminaba en puntas rebeldes que iban a distintas direcciones, como si se lo hubiera cortado a gran velocidad, y sus ojos eran dorados. Todos relajaron sus posturas defensivas al ver que ella no suponía una gran amenaza.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now