43. Rosalie, la bella

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Rochester, Nueva York, Estados Unidos, 1935




Rosalie Lilian Hale, joven, rubia, seductora, angelical. Una belleza, un deleite para los ojos masculinos de Rochester. Sus ojos azules, casi violetas, le dan una apariencia sobrenatural, como si ella no perteneciera a este mundo.

El señor y la señora Hale se sentían orgullosos de su hija mayor, la chica más hermosa y deseada de la ciudad, tal vez del país o del mundo. El señor Hale trabajaba en el único banco que pudo sobrevivir en buen estado a la caída de Wall Street, además de que era un hombre inteligente que conservaba gran parte de sus ahorros en su casa, guardados en una caja de metal para salvarlos en caso de incendio. La familia Hale no pertenecía a la clase más alta de la ciudad, pero tampoco vivían en medio de la pobreza. Ellos eran una familia de clase media alta que deseaba ascender a los círculos sociales de altos vuelos, algo que podrían conseguir gracias a su hija favorita, la bella Rosalie.

La vida para ellos era perfecta, apenas sufrieron algunas pérdidas insignificantes con la desaceleración económica. Gracias a Rosalie, ellos podrían cazar a algún idiota de clase alta para casarla y asegurar un buen futuro para toda la familia. Rosalie tenía dieciocho años, ya estaba en edad de casarse, aunque no la entregarían al primer tonto que le dijera cosas dulces, primero debían asegurarse de que el potencial candidato fuera perfecto.

Rosalie disfrutaba el orgullo que sus padres sentían por su apariencia, que su padre se complaciera en comprarle hermosas prendas de ropa –"Una buena inversión a futuro" solía decir el señor Hale–, la envidia de sus amigas y la admiración de cada hombre con quien se cruzara en el camino. El resultado de toda esa atención fue que Rosalie tendiera a ser narcisista, clasista y más bien superficial, enfocada en las cosas materiales.

Rosalie no envidiaba a nadie, ¿por qué debería hacerlo? Ella era perfecta y tenía todo lo que deseaba, excepto que había alguien que realmente era feliz: Vera.

Rosalie sentía un poco de envidia de Vera, dado que ella tenía un esposo que la amaba ciega y devotamente, además de un pequeñito, el más hermoso y adorable de los bebés, Henry. Rosalie tenía todo lo material, pero para ser realmente feliz, necesitaba un esposo y bebés propios. Ella deseaba ser amada de verdad, morir y renacer en los brazos de un hombre, ver su vientre crecer y tener a un pequeño bebé entre sus brazos.

Cuando Royce King II, el hijo del hombre más rico de Rochester, se cruzó en su camino y fijó su atención en ella, Rosalie creyó que estaba cerca de tener todo lo que soñó. El señor y la señora Hale rebosaban de alegría, la vida de Rosalie comenzó a teñirse de rosa. Le complacia que todas las mujeres la asesinaran con la mirada al verla pasear del brazo con Royce. Su presencia deslumbraba los bailes a los cuales era invitada. Rápidamente se comenzó a planear la boda más extravagante que se hubiera podido ver, una boda digna de la realeza, porque Rosalie merecía lo mejor de lo mejor: el mejor novio, el mejor vestido, los mejores zapatos, las mejores joyas, la mejor mansión, los mejores sirvientes.

Todo Rochester hablaba de esa boda, lo cual elevaba el ego y narcisismo de Rosalie. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro.

Una noche, una semana antes de la boda, Rosalie iba caminando a casa después de hacerle una visita a Vera. Las horas cerca de Vera y Henry pasaron volando, probablemente sus padres se molestarían cuando ella volviera casa. No es bueno que una señorita, que esta a punto de ser la joven señora King, este en la calle sola a altas horas de la noche, solía decir el señor Hale.

A unas cuantas cuadras de su calle, Rosalie escuchó la risa ebria de un grupo de hombres. Ella soltó una maldición y caminó deprisa, con intención de evitarlos. No obstante, unos momentos después, se dio cuenta de que uno de ellos era Royce, su prometido. Nunca antes había visto a Royce borracho y no conocía el lado oculto de su carácter. Algo dentro de ella se rompió al descubrir que quizás Royce no era un príncipe perfecto.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now