13. Me gustas

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Para sorpresa de todos, Demetri había resultado ser una gran adquisición para la Guardia Vulturi. No había duda alguna en que el era el mejor rastreador del mundo. Luego de varios experimentos, en los que los gemelos participaron con gran entusiasmo, los líderes Vulturis descubrieron el verdadero alcance del don de Demetri.

Una vez que llegaron a Volterra y el egipcio se hubo adaptado a la rutina, Aro ordenó a los gemelos brujos que se fueran del palacio. No importaba a donde fueran, ellos solo debían irse. Luego de un par de días, el ordenó a Demetri que intentara localizarlos. Aro y Caius se llevaron una gran sorpresa al descubrir que los gemelos habían cruzado bastantes ríos para poder dificultarle la tarea al rastreador. Al llegar al primer río, Demetri se sintió confundido por unos momentos antes de seguir avanzando y encontrarlos en su tierra natal. Cuando interrogaron al egipcio para saber como pudo llegar hasta los gemelos tan rápido, el respondió que había captado la esencia de ellos y podía seguirlos sin importar cuantos mares o ríos atravesaran.

Luego de esa primera experiencia vinieron otras cada vez más complejas.

Durante esas experiencias los gemelos exploraron todo el territorio italiano, cruzaron los Alpes, llegaron a la península ibérica, memorizaron cada rincón de su querida Inglaterra y recorrieron la costa europea del mar Mediterráneo. Ellos decidieron ser audaces y dirigieron sus escondites hacía el lejano Oriente. Atravesaron la siberia, cruzaron el Himalaya, descubrieron la existencia de nuevos vampiros y humanos con rasgos y vestimentas diferentes a las europeas. No importaba que tan lejos fueran o si se separaban, Demetri siempre los encontraba.

Con la llegada de Demetri, los gemelos ya no eran el centro de atención de los guardias. Seguían siendo importantes ya que con sus dones era imposible que alguien pudiera ser más poderoso que ellos. Por primera vez en mucho tirmpo, Alec y Jane eran capaces de caminar sin que todos voltearan a verlos. O eso creían ellos.

Demetri se sentía cautivado por Jane. Para él, ella era una especie de niña mala. Su apariencia era la de un ángel con ropa oscura y su personalidad dominante contrastaba con su apariencia pacífica. A él le parecía fascinante la forma en la que todos acataban sus ordenes sin protestar. Al principio creía que eso se debía a su inteligencia y a la forma de imponerse. Con el tiempo se dio cuenta de que todos la obedecian por miedo a su don.

Una vez había experimentado en carne propia su tortuoso don y deseo no haberla provocado. Jane era una verdadera leona con piel de gatita. Demetri la veía sonreír y bromear con su hermano y deseo poder hacer algo para ser el causante de sus sonrisas.

Cuidadosamente intentó acercarse a Alec, quiza la mejor forma de llegar a Jane era ganándose a su hermano gemelo. Para su desgracia, él era bastante desconfiado y rechazo cualquier intento de amistad por parte del egipcio. También había intentado acercarse a los demás guardias pero ellos solo le decían que Jane era una bruja. Los maestros tampoco le darían información ya que eran superiores y no se mezclaban con los inferiores.

Luego de meses de tranquilidad, se le presentó una oportunidad a Demetri. Marcus se había llevado a Alec ya que necesitaba a un guardia personal y solo confiaba en el joven. Jane iba a estar sola durante un día, sin nadie a su lado que pudiera distraerla. Debía planear muy bien lo que iba a decirle ya que era su primera y quiza su única oportunidad.

Pocas horas antes del amanecer, Demetri salió de su habitación y fue a la de Jane. Golpeó la puerta un par de veces pero no obtuvo respuesta. Pegó su oreja en la puerta y descubrió que la habitación estaba vacía ya que no había respiraciones y el aroma de la vampiresa era leve.

Comenzó a buscarla por todo el palacio hasta que la encontró en la sala de música, tocando el piano. Demetri se apoyó en el marco de la puerta para observarla. Se veía hermosa. Sus ojos estaban cerrados, provocando que sus pestañas formaran sombras sobre sus pómulos. Su dorada y lacia cabellera formaba una delgada capa sobre sus hombros hasta la mitad de la espalda. Sus dedos se movían sobre las teclas con la gracia y delicadeza de alguien que practicó durante mucho tiempo. A simple vista parecía que no tocaba las teclas, sin embargo, si uno la miraba atentamente podía ver como ella tocaba las teclas rápidamente, creando una melodía perfecta. Sin pensarlo, dio un paso hacia Jane, completamente hipnotizado por la presencia de ella.

Ese paso fue suficiente para que Jane se congelara y dejara de tocar. La tensión aumentó mientras el silencio seguía. Finalmente, Jane retomó la melodía con notas suaves, provocando que Demetri suspirara aliviado.

–¿Se puede saber que necesitas Demetri? –preguntó Jane con gran apatía.

–Eh... Yo...

–Si vas a balbucear entonces vete.

La frialdad en su voz era sumamente cortante. Por un momento Demetri se sintió perdido y le obedeció, sin embargo, el no quería irse. Se dio media vuelta y caminó muy decidido hacía Jane. Ella siguió tocando sin inmutarse hasta que él la tocó. De mala gana se detuvo y lo miró con frialdad.

–Jane...

–¿Qué quieres? Espero que tengas una buena razón para haberme interrumpido.

–Me gustas –contestó sencillamente Demetri.

–¿Perdón? –ella alzo una ceja y lo miró.

–Me gustas y no lo puedo evitar. Desde el primer momento en que te vi me pareciste muy especial. Tus ojos iluminan mi vida más que el sol ilumina el mundo, los pequeños hoyuelos que se te forman al reír, me gusta la fuerza y delicadeza que emanas. Dios Jane eres perfecta –él la miró con fervor y tomó sus manos–. No hay ningún momento en el que no piense en ti. Me gustas mucho y ya no pueso esconderlo más. Quiero que todo el mundo lo sepa, quiero que tu lo sepas y sobretodo quiero hacer hasta lo imposible para que sientas por mi lo mismo que yo siento por ti. Jane, de ti me gustan las cosas que no soporto en los demás. Se que no tengo un don poderoso como el tuyo pero tengo un corazón que te querrá por siempre.

Jane lo escuchó en silencio y contuvo el deseo de reír una vez que él terminó de hablar. Lo observó atentamente durante unos segundos sin sentir nada. Durante todo el tiempo que llevaba "viva", Jane nunca se había interesado en alguien. Para ella el amor era una perdida de tiempo y una gran debilidad. Más de un siglo en Italia y el machismo aun contaminaba el mundo. Los Maestros la habían nombrado jefa de la guardia, a ella, no a su hermano, lo mínimo que debía hacer era demostrar que era la más indicada para ese puesto. Un romance con un guardia inferior a ella sería una gran e innecesaria distracción.

Los minutos pasaban y Demetri se sentía cada vez más nervioso. Ls ansiedad por saber su respuesta lo carcomia por dentro. Él entendía que debía ser un poco asombroso que alguien se le declarara, pero no estaba seguro de que la tardanza fuera algo normal.

–Jane, dime algo por favor –suplicó al ver que su paciencia se estaba acabando.

–¿Qué quieres que te diga además de lo obvio? –el tono gélido de su voz no fue un buen presagio para las ilusiones de Demetri.

–¿Qué es lo obvio? –preguntó aunque ya intuía la respuesta.

–No me gustas. Nunca me gustaste y nunca me gustaras. No me interesa el amor y no pienso perder mi tiempo con alguien como tú –los hombros de Demetri cayeron mientras la desilusión empañaba su mirada. Era consciente de que algo así podría pasar pero no esperaba que ella fuera tan fría e insensible.

–No volveré a molestarte. Lo siento si te incomode –susurró.

–Eso espero –ella se sentó frente al piano e inclinó su cabeza hacía el–. Si ya no tienes nada que hacer vete. Detesto que me interrumpan cuando estoy aquí.

–Si milady.

Lentamente, Demetri se retiro de la sala de música con el corazón destrozado. Sus compañeros lo vieron y trataron de animarlo, sin embargo, no fue suficiente para que su humor mejorara.

Por un instante considero la idea de abandonar la guardia, aunque eso fuera un acto cobarde. Aro le había enseñado muchas cosas y se sentía sumamente unido a los Vulturis. Él era fuerte y no permitiría que una niña lo alejara de su nuevo hogar. Había miles de mujeres en el mundo dispuestas a estar con él, Jane Vulturi no era la única. Pensándolo bien, ni siquiera era tan perfecta como había creído.

Con esos pensamientos en mente, Demetri salió de su habitación y fue a buscar a los demás guardias para aceptar su invitación y distraerse un poco.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now