12. Demetri

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Volterra, 1006 d. C.

–Jaque Mate –anunció Caius de forma triunfal, ganándose los aplausos de los gemelos, quienes observaban con sumo interés la partida de ajedrez entre sus maestros.

–Felicidades hermano –Aro estrechó su mano con la de Caius de forma amistosa, aunque en el fondo quería aprender sus movimientos para poder ganarle la próxima vez.

No era la primera vez que sucedía. La inmortalidad era demasiado aburrida si no se buscaban diferentes actividades para salir de la rutina. Recientemente habían descubierto el ajedrez y se dedicaban a organizar pequeñas apuestas para hacer más interesante el juego. Aro y Caius eran los mejores y convertían una simple partida de ajedrez en algo sublime y digno de admirar. Jane también era buena, aunque no tanto como los maestros. A pesar de practicar con su hermano, siempre terminaba perdiendo contra ellos. Alec no era muy bueno con el ajedrez, le aburría tener que estar mirando un tablero, pensando y moviendo las pequeñas piezas de madera. Marcus pensaba casi lo mismo que Alec, con la diferencia de que a él le aburría todo desde la muerte de su querida Didyme.

Un par de golpes en la puerta captó la atención de todos, mientras veían a Chelsea ingresar en la biblioteca. Luego de una reverencia a los maestros y una mirada despectiva hacía los gemelos, ella comenzó a hablar.

–Maestros, lamento interrumpiros, sin embargo he recibido información que podría ser de vuestro interés.

–Habla querida –ella le dedico una rápida mirada a los gemelos antes de volver a centrar su atención en Aro, quien al percibir el intercambio de miradas sonrió–. Lo que tengas que decir puedes decirlo delante de ellos.

–Muy bien –dijo resignadamente–. Acaban de informarme que existe un rastreador muy poderoso viviendo en Egipto, precisamente en el aquelarre de Amún. Su nombre es Demetri y varios aseguran que es el mejor rastreador del mundo. Una vez que conoce a una persona es capaz de encontrarla aunque este en el Lejano Oriente.

–Nuestro querido Amún siempre dando sorpresas –Aro juntó sus manos y sonrió–, creo que deberemos hacerle una visita –Caius asintió hacía Aro mientras este miraba a los gemelos–. Queridos, será mejor que se preparen, iremos a Egipto.

Alec se sentía feliz al saber que saldrían de Volterra. Hacía varias semanas que no tenían nada interesante que hacer y un cambio de aire siempre era bienvenido. Una vez que se colocó su capa, fue a buscar a su hermana, quien estaba saliendo de su habitación y lo miro con curiosidad.

–¿Por qué tan feliz hermano?

–¿No es abradable viajar y tener un guardia nuevo? –preguntó con gran felicidad.

–¿Sabes que Demetri es un hombre verdad?

–Sí, lo se. ¿Por qué lo preguntas?

–Por nada especial –ella se encogió de hombros y lo miro–. Es solo que me pareció extraño tu repentino interés en el. Siempre hablas del amor, solo te alimentas de hombres y jamás te veo cerca de una chica, bueno... Yo soy la única mujer con la que hablas pero soy tu hermana así que no cuenta.

–Espera un momento –Alec abrió los ojos y la miro con curiosidad–, ¿tú crees que a mi me gustan los hombres y que mi interés por él es puramente romántico?

–Bueno...

–¡Por Dios Jane! ¿Qué ideas absurdas tienes? Me gustan las mujeres. Jamás me interesaría en un hombre, es absurdo.

–¿Qué tendría de malo? Tu siempre dices que cada uno es libre de amar a quien quiera.

–Es cierto, cada quien es libre de amar a quien quiera, pero hay demasiadas normas que nos reprimen.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now