32. Cita

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Alec la adoraba, realmente la adoraba. Renesmee era una princesa, una dama de verdad. Ella era delicada, dulce e inocente. Se maravillaba cada vez que le hablaba sobre los clásicos, él mismo adoraba sus gestos cuando se asombraba, el tono cobrizo de su cabello, las suaves ondas del mismo, su rostro angelical, sus ojos anaranjados. Durante décadas, Alec perdió el tiempo con varias mujeres, pero ahora estaba seguro de que Renesmee sería la última y la más importante mujer de su vida. Jamás había tenido una relación seria o estable, él no sabía qué hacer, pero confiaba en su instinto y en su hermana.

Si dependiera de Alec, él haría las cosas más sencilas, simplemente la invitaría a salir. No obstante, había ciertas reglas a las que Renesmee estaba acostumbrada. A pesar de que él las conocía gracias a Carlisle y le parecían ridículas, estaba dispuesto a seguirlas por Renesmee.

Alec había hablado con Carlisle, el le había dado consejos sobre lo que debía y no debía hacer en una cita gracias a su experiencia con la joven humama a la que él había atendido. Luego de insistir, Carlisle se había llevado a Renesmee a cazar para darle tiempo a convencer a Jane de que le ayudará. Sería dificil, pero él estaba seguro de que lo lograría.

Con un poco de miedo, golpeó la puerta de la habitación de su hermana antes de entrar. Ella estaba acostada en su cama, con sus ojos cerrados y sus manos sobre su vientre, como si estuviera durmida. Las cortinas se movían suavemente gracias a la brisa fría que entraba a través de la ventana abierta. Estaban a finales de octubre y el frío comenzaba a sentirse, pero por suerte ellos eran vampiros y el clima no nos afectaba.

–Alec –susurró Jane, con una voz suave y apática–, ¿qué puedo hacer por ti?

Alec rodó sus ojos y se sentó en un sillón cerca de la cama. Era obvio que su hermana sabría que él estaba allí a pesar de tener los ojos cerrados. Eran hermanos, hace más de un milenio que vivían juntos, a esta altura, ya eran capaces de identificar al otro gracias a sus pasos, su olor o su respiración. Con algo de resignación, él comenzó a hablar.

–Hermanita, necesito un favor. Un gran favor.

Jane abrió los ojos y se sentó en el centro de la cama con gran parsimonia. Su cabello cayó como una cortina sobre su espalda. Sus ojos dorados lo examinaron cuidadosamente, tratando de adivinar lo que le pediría. La miró y notó que a pesar de su expresión tranquila, era casi imposible disimular el brillo de su mirada curiosa.

–Dime, estoy ansiosa por saber qué es.

–Mm... —sabía que de nada serviría dilatarlo, por ese motivo fue directo con ella–. Quiero invitar a Renesmee a salir conmigo y necesito que nos acompañes.

Los ojos de Jane se abrieron desmesuradamente, igual que su boca, que formó una "O" perfecta con sus labios–. ¿Qué?

–Dije que voy a invitar a Renesmee y necesito que nos acompañes –repitió lentamente para que ella pudiera entender. Su mirada se volvió fuego dorado y se preparó para soportar su ira.

–No tengo problemas de comprension auditiva, entendí perfectamente tus palabras. Lo que no entiendo es por qué debo sacrificar mi hermoso tiempo y acompañarlos.

–Sé que suena molesto, pero no es correcto que una señorita respetable salga a pasear sola con un joven que no es su prometido o su esposo. Alguien debe acompañarnos para que Renesmee este segura de que mis intenciones son serias y de que no intentaré propasarme y tratarla de forma indecorosa.

–¿Y por qué me buscas a mi? Dile a Carlisle que los acompañe, él la trajo así que es su problema cuidarla y protegerla de ti.

–Carlisle debe trabajar, además, no tienes nada que hacer –ella suspiró y se pusó de pie.

–¿Realmente me estás pidiendo que me rebaje y sea una especie de nana para que des un paseo con esa niña? Eso es humillamte –cruzó sus brazos y lo miró molesta.

–Créeme, sí pudiera no te pediría esto, pero no tengo otra opción –se puso de rodillas y juntó sus manos, mirándola implorantemente–. Por favor Jane. Te juro que haré lo que quieras.

–¿Harás lo que quiera, cuándo quiera y dónde quiera sin protestar? –ella alzó una de sus cejas doradas mientras una sonrisa enigmática aparecía en su rostro. Alec asintió con gran efusividad.

–Si, seré tu esclavo sí es necesario pero por favor acompañame.

–Esta bien –sin poder evitarlo, él la abrazó con fuerza y la hizo dar vueltas. Ella protestó y Alex se detuvo.

–¡Eres la mejor hermana del mundo!

—Soy la única hermana que tienes –le recordó con cariño. Alec simplememte la ignoró y salió de la habitación de su hermana para ir a la suya.

Él estaba nervioso y apenas podía concentrarse en lo que debía hacer. Faltaba poco para que Renesmee volviera y él tenía que pensar en lugares a donde podría llevarla. Ella aún era neófita y esta sería la primera vez que estaría rodeada de humanos. Necesitaban ir a un lugar abierto para que el viemto la ayudara con su autocontrol. Cambió su ropa por un traje cómodo y elegante mientras planeaba la cita a gran velocidad.

La puerta principal se abrió y se escucharon las voces de Carlisle y Renesmee en la sala principal. Con un poco de prisa, Alec terminó de peinarse y salio de su habitación, golpeó la puerta de Jane y caminó tranquilamente por los pasillos de la casa. Carlisle se veía impecable, pero Renesmee estaba algo despeinada y cubierta con una capa. Le sonrió y ella asintió tímidamente.

—Renesmee, delante de Carlisle quiero invitarte a salir esta tarde –el ruido de unos tacones detrás de él le advirtió que su hermana estaba cerca de ellos–. Por supuesto, Jane nos acompañara –Renesmee miró a Carlisle y éste asintió.

–No tengo ninguna objeción para hacer. Los gemelos son capaces de cuidarte para que no pierdas el control.

–De acuerdo, iré a cambiarme.

Ella se dirigió a su habitación a gran velocidad y Carlisle golpeó su hombro suavemente antes de desaparecer por los pasillos de la casa. Luego de unos minutos, ella apareció usando un vestido celeste y un abrigo en color crema. Sus rizos caían por su espalda y un lazo los adornaba. Se veía preciosa. Como un caballero, Alec abrió la puerta para ella y luego le ofreció su brazo mientras comenzaban a caminar.

Jane iba detrás de ellos, dándoles un poco de privacidad para hablar. Al principio estaban en silencio y solo cambiaban algunas palabras para referirse al clima. Luego, vieron a una mujer que vendía flores y sin dudarlo, él le compró un ramo para regalárselo. Ella sonrió y lo miró con dulzura.

–Son hermosas, muchas gracias señor Cullen.

—Es cierto que son hermosas, sin embargo, no son capaces de opacar o igualar vuestra belleza, señorita Masen.

–Sí pudiera, en este momento mis mejillas estarían rojas.

–Os veríais muy adorable.

—Vuestros modales amables son muy agradables.

–Me complace saber eso. Lo único que pretendo es lograr que esteis comodat junto a mi.

–Jamas podríais incomodarme.

Sonrió y cotinuaron su paseo. Comenzaron a hablar más tranquilamente, como sí estuvieran en casa. Llegaron a un parque y se sentaron en un banco, Jane se sentó un poco alejada de ellls y sacó un libro de su bolso para poder ignorarlos. Tuvieron la suerre de no cruzarse con muchas personas, lo que evito momentos y situaciones desagradables. Al volver a casa, acordaron volver a salir otro día, para desgracia de Jane, quien debía volver a acompañarlos.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now