22. El vampiro de ojos dorados

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Volterra, 1700

Era una cálida noche en la Toscana cuando los gemelos tuvieron que interrumpir su partida se ajedrez para cumplir con una pequeña y sencilla misión. Vivían en una ciudad pequeña y todo se sabía fácilmente. Ciertos rumores de un hombre inglés llegaron a oídos de los líderes Vulturi, a quienes no les agradaba tener visitas.

Con gran aburrimiento, los gemelos abandonaron el palacio para ir a buscar al visitante inglés. Recorrieron las calles con gran parsimonia, iluminados por la luz de la luna llena, ambos perdidos en sus pensamientos.

Alec se preguntaba como sería el vampiro inglés, ¿acaso tendría algún don que al maestro pudiera interesarle? ¿Sería joven o sería un hombre mayor? Por alguna razón Alec estaba ansioso de poder conocer a ese vampiro, no conocía el motivo aunque intuía que podría tratarse del interés que le provocaban las personas anglosajonas como el. Su emoción era tan evidente que su hermana lo observaba con curiosidad.

Para Jane simplemente era una misión más, un reo más al que tener que buscar y torturar en caso de ser necesario. La posibilidad de que este vampiro inglés pudiera ser un nuevo integrante de la guardia le desagradaba, pero lo más preocupante es que los maestros pudieran ordenarle interactuar con el posible guardia nuevo ya que ella odiaba estar cerca de los demás vampiros, solo toleraba y aceptaba la presencia de su hermano mayor.

Llegaron a una casa de piedra gris y techo rojo, igual a la gran mayoría de casas en esa parte de Volterra. Unas vasijas, que ejercían la función de macetas, eran lo que decoraba la puerta y las ventanas de la casa. Jane hizo una pequeña mueca de disgusto al ver las camelias en la ventana debido a que odiaba esas flores. Alec encontró un leve aroma vampírico en el lugar, lo que le confirmó que el vampiro inglés vivía allí. Abrió la puerta sin provocar sonidos que pudieran llamar la atención de los humanos y le hizo un gesto a su hermana para que pasara primero.

El interior de la vivienda parecia cálido y acogedor. Sillones, mesas, repisas con cuadros pequeños y adornos eran la decoración principal de lo que parecia ser una sala principal. Subieron las escaleras en silencio y comenzaron a explorar las habitaciones. La gran mayoría estaban vacías, excepto una que contenía candelabros con velas apagadas. El aroma vampírico estaba más concentrado en esa habitación sencilla, por lo que los gemelos decidieron quedarse quietos y esperar a que el vampiro volviera.

Jane se sentó en una silla y se dedicó a alisar la falda de su vestido. Alec fue más curioso y comenzó a leer los libros que se encontraban perfectamente ordenados en una repisa.

–¿Por qué un vampiro tendría libros sobre anatomía humana? –preguntó con aburrimiento al no encontrar nada de su agrado.

–Tal vez le deleita saber de que esta hecha la comida –contestó su hermana con desdén.

–No lo sé, sus libros son aburridos, si no tratan de anatomía tratan sobre ciencia.

—Déjalos. Recuerda que vinimos a buscarlo, no a criticar sus gustos literarios.

Alec rodó los ojos y se apoyó en una pared, dejando su mente en blanco mientras esperaban al dueño de la vivienda.

Aproximadamente una hora después los gemelos escucharon la puerta principal abrirse. Sin necesidad de palabras, solo con una mirada, ambos contuvieron la respiración y se convirtieron en estatuas. La respiración del vampiro era tranquila, sus pasos eran lentos, cautelosos y seguros. Se tomó su tiempo para subir las escaleras y dirigirse a su habitación. Alec se preparó para usar su niebla y Jane centró su mirada en la puerta, que se abrió y reveló al dueño de casa.

Era un vampiro común, un poco mayor que los gemelos aunque sin dejar de ser joven. Su cabello era rubio, como el de Jane, su expresión era serena y su mirada transmitía un poco de alegría. A simple vista parecía ser un vampiro inofensivo, incapaz de hacerle daño a los hermanos, sin embargo, lo que provocó que los gemelos se pusieran alertas fue la mirada dorada del vampiro.

Segunda oportunidadDär berättelser lever. Upptäck nu