Luego de la muerte del Vikingo Ragnar Lothbrok, sus hijos buscarán aliados para la venganza contra los sajones cristianos, causantes de la muerte de éste.
Viajarán hasta el Reino de Viken, en busca del reconocido guerrero Viggo y su ejército. Lo qu...
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— ¡¿Cómo puedes pedir que me calme?! ¡¿Estas escuchando lo que dices, Lena?!— los gritos de Ivar inundaban mis oídos.
Luego de lo que Bjorn me contó, no hizo falta buscar a Ivar, ya que los gritos de la discusión entre él y sus hermanos se escuchaba por toda la tierra cristiana. Hace días, Ivar había comenzado a usar solo una muleta, mientras que la otra pierna la ayudaba a moverse con su mano, y hoy parecía como si estuviese practicando con ellas, pero no. Lo que en realidad estaba haciendo, es caminar de un lado a otro totalmente nervioso. Consumido por la adrenalina y la ira que le provocó saber las circunstancias en la que murió su madre.
— Dime algo... — se acercó hasta quedar muy cerca de mi rostro — ¿Cómo murió tu padre?
Era la maldita pregunta que realmente no quería contestar. — Eso no importa ahora.
— ¿Cómo murió tu padre, Lena? ¿Podrías decírmelo? — volvió a preguntar esta vez con tono tranquilo.
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Suspiré cansada, tratando de convencerme de que si no le contestaba, las cosas probablemente podían empeorar. — Le salvó la vida a Bard y él se fue dejándolo morir.
— ¡Exacto! — contestó con sus azulados ojos abiertos de par en par. Poseía cierta cara de demente cuando se lo proponía. — Dime algo, Lena, ¿Qué es lo que le espera a Bard cuando vuelvas y quiera enfrentarte por llevar a sus guerreros y barcos?
Seguía sin contestar. Es que no sabía que decirle. — ¡¿Qué le harás?! — su tono tranquilo ya no se encontraba en él.
— ¡Lo mataré! ¿Eso es lo que tantas ganas de escuchar tenías? ¡Lo mataré como a una maldita rata por lo que hizo!
— ¡Y eso es exactamente lo que yo haré con Lagertha! — vuelve a gritar.
— ¡No es lo mismo! — ésto ya parecía una competencia de gritos.
— ¡Claro que no! Porque Bard dejó morir a tu padre Viggo. Pero Lagertha... — parecía sentir asco de sólo decir su nombre— ella mató a mi madre.
— Tú no entiendes, Ivar. Entre ellas siempre hubo algo en común.
— ¿En común? ¡Claro! Que mi madre era reina y Lagertha y su ambición siempre quisieron serlo. Eso tenían en común.
