Capítulo 4

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Desde que había recibido ese mensaje, Lucía se sentía nerviosa. El bajista nuevo de la banda que lideraba el novio de su prima, le había pedido que tomara fotos mientras grababan su primer disco para luego subirlas en la página que él mismo había creado. Era la primera vez que haría algo casi profesional con su cámara réflex y realmente estaba emocionada.

La misma se la había regalado su primo cuando había comenzado a mostrar interés en la fotografía, poco antes de terminar el colegio. Sin embargo, nunca había llegado a tomar ningún curso o siquiera comprarse más equipamiento. Su afición había quedado relegada a algo meramente recreativo al comenzar la universidad. Desde entonces, se había visto obligada a ocupar la mayor parte de su tiempo en el estudio de sus largos y numerosos apuntes de psicología.

Nunca se había imaginado que estudiar esa carrera requeriría de tanta dedicación y esfuerzo, pero evidentemente, la mente humana era tan compleja como el estudio de la misma. Lucía no tenía una verdadera vocación y seguramente por eso, se sentía tan desmotivada en relación a ella. Sin embargo, necesitaba tanto encontrar una explicación a sus miedos e inseguridades, que había pensado que sería una excelente idea. Hoy comenzaba a arrepentirse.

Siempre había sido una persona introvertida y le resultaba difícil abrirse con los demás. Ese era un rasgo que compartía con su padre. Sebastián era reservado e incluso frío algunas veces; excepto con su familia, claro. Quizás en parte tenía que ver con su trabajo. Si bien para los demás era administrativo en un departamento gubernamental, desde muy joven trabajaba al servicio del Estado como agente de inteligencia. No obstante, al poco tiempo de nacer ella, había aceptado el cargo de jefe de operaciones logrando así apartarse un poco del foco de riesgo.

La decisión de abandonar las misiones de encubierto no había sido azarosa. Casi veinte años atrás, su tío Mariano y hermano de su madre —también agente especializado, aunque abocado a la informática—, se había visto en gran peligro. A raíz de eso y en cumplimiento de una promesa que le había hecho a su mejor amigo, Sebastián había acudido de inmediato a la casa de su hermana para protegerla de una muerte segura. Lo que nunca pensó fue que en el proceso se enamorarían perdidamente uno del otro. En Melina no solo encontró el verdadero amor sino también el origen de su propia familia.

Desde entonces, se había prometido a sí mismo que jamás permitiría que su trabajo pusiera en peligro a su mujer y a su hija. Por supuesto que extrañaba la adrenalina y la acción que conllevaban sus anteriores tareas —al menos así se lo había dicho la vez que Lucía le había preguntado al respecto, varios años atrás—. No obstante, y según sus propias palabras, nada era más importante que la seguridad de su familia, por lo que no se arrepentía de la decisión tomada.

Su madre en cambio, era lo opuesto a él. Extremadamente demostrativa y dulce, solía abrirse como un libro abierto. A pesar de que la vida le había enseñado a ser más precavida y menos confiada, no era capaz de cambiar su esencia, por lo que se consideraba una persona bastante transparente. Exitosa escritora a tiempo completo, se dejaba conocer a través de sus novelas de suspenso las cuales muchas veces dejaban en evidencia un profundo sentimiento de inseguridad que aún sentía en su interior.

Lucía clavó sus ojos azules en la imagen que le devolvía el espejo. Negó con su cabeza. Nada de lo que se probaba le terminaba de gustar. Todo la hacía sentirse incomoda y expuesta. Su armario estaba lleno de prendas que jamás usaba. Faldas demasiado cortas, escotes muy pronunciados. Ropa que realzaba, aún más, su ya llamativo cuerpo, lo cual era justamente lo que quería evitar.

Desde sus once años luchaba con la permanente mirada e incesante acoso masculino. Había tenido la maldición —como la llamaba ella—, de desarrollarse antes que otras chicas de su edad, por lo que su abundante busto y pronunciadas caderas fueron el centro de atención de sus compañeros. Lo peor había sido la hora de educación física ya que solían agruparse para verla correr mientras reían entre ellos como imbéciles. Eso, sumado a los celos de las otras muchachas, había hecho que optase por alejase de todos y evitarse así, cualquier tipo de vínculo extraescolar.

Bloque de hieloOnde histórias criam vida. Descubra agora